Miras aquel cilindro de tabaco y sientes como la ansiedad crece en ti. Hacía mucho no dabas una pitada que llenara tus pulmones de placer y alivio. Lo necesitabas.
Tu amigo se sienta al lado tuyo dejando mostrar una sonrisa llena de superación. Recuerdas perfectamente que él ha sido quien implantó el vicio en ti. Le miras levantando una ceja. Quizá el haber comenzado a fumar fue un gran error, pero… wow, te encantaba.
Recuestas tu cabeza en la pared pintarrajeada y piensas en la época en la que repudiabas cualquier droga, cigarrillo o bebida alcohólica. Ingenua. Habías descubierto lo que era la paz luego de haber llenado tus pulmones de humo por primera vez, tu estómago de alcohol, tu cerebro de alivio, tu mundo de paz.