-¡Achís!-Estornudé sin poder mostrar ni un ápice de delicadeza. Ese maldito resfriado estaba matándome.
Sin recato me sacudí la nariz permitiéndome respirar un poco mejor. Esa era la 2da caja de pañuelos mentolados que estaba teniendo que usar para aliviar el ardor de mis fosas nasales.
-¿Te sientes bien?-Preguntó él dándole tranquilamente otro sorbo a la taza de té.
Molesta, levanté la vista dirigiéndole una mirada que de haber sido un arma hubiese atravesado su
corazón de una estocada. Hipócrita. Era increíble que después de varias horas de silencio eso fuera lo
único que saliera de su boca.
-¿Y a ti qué coño te importa?-Respondí con sequedad acurrucándome más en el respaldo de mi sofá. Hacía 3 horas que estábamos así. Justo en esa situación. Uno frente al otro esperando a que alguno dijera algo. Bueno, en mi caso, más bien esperaba a que él se dignara a responder alguna de las preguntas que ya le había formulado. Ya extrañamente le había permitido tomarse un tiempo para reponerse, comer algo y bañarse. Incluso le había cedido mi propio albornoz, pero al parecer no le bastaba. Me cabreaba ver cómo se comportaba tras la nochecita que habíamos tenido. Yo jamás hubiese estado tan tranquila.
Después de mi exabrupto él volvió la cabeza al contenido de la taza que sostenía para darle otro sorbo, y
otra vez quedamos en silencio. Yo lo miré de nuevo arrugando la frente en un claro gesto de desespero. No iba a quedarme otras 3 horas callada, viéndolo sentado y vendado como una momia en la sala de mi casa mientras se terminaba su bebida.
-¡Bien!-Exclamé estampando la caja de pañuelos faciales sobre la mesita que tenía cerca para lograr llamar su atención.-Ya he esperado demasiado. ¿¡Vas a decir algo de una vez, maldita sea!?
El tipo levantó la cabeza mostrándome de nuevo el recién cambiado vendaje que cubría sus ojos.-Tienes una boca muy sucia para ser mujer.-Dijo calmado.
-Eso no es lo que más debe preocuparte ahora.
-¿Qué debería ser entonces?-Dijo bebiendo de nuevo.
-No te hagas el listo conmigo, samurái. Recuerda que si estás vivo es gracias a mí. ¡Quiero saber qué demonios está pasando aquí!
-No creo haber obviado nada relevante en nuestra anterior conversación.
-Pues yo creo que sí. Aunque no te juzgo. Entiendo que debió ser difícil pensar entonces. ¿Qué tal si me lo explicas todo de nuevo, ahora que no estás siendo anclado a la pared por la pata de una mesa?>*<>*<Flash Back>*<>*<
Solté al tipo de una vez, dando un rodeo por todo el lugar. Pensando. Al final, fui al baño y busqué un par
de toallas, un bote de colonia de rosas, un rollo de gasa y dos paquetes de vendas.
Llegué prácticamente corriendo a la cocina dejando todo dentro del fregadero. Después me acerqué a él
notando en demasía su palidez.-Esto te va a doler bastante.-Dije enrollándome un poco de gasa en la mano.-Muerde esto.-Como pude le puse la gasa en la boca a aquel idiota, y acto seguido tomé lo que lo
retenía en mis manos.
Con fuerza tiré de la pata de la mesa, y de su garganta salió un espeluznante bramido que amenazó con volverse algo más siniestro a medida que se prolongaba todo aquello. Mis intentos por librarlo de la prisión a la que lo había confinado recientemente parecían no dar frutos. La pieza estaba tan profunda que el esfuerzo hizo que me cuestionara cómo diablos había logrado tal hazaña. Un par de minutos después todo parecía volverse un poco más terrible de lo que era. El chico seguía gritando de dolor, y ya mis fuerzas estaban mermando. En un momento, él abrió la boca dejando caer el inútil tejido que sostenía al suelo, para pasar su única mano libre sobre las mías. Apartándolas, como pudo, del madero cuando por fin había comenzado a ceder.
-¿Qué coño estás haciendo?-Espeté molesta.-Estoy intentando salvar tu vida, idiota.
-No... dejes...-Murmuró tan bajito que apenas pude escucharlo. Él acercó la mano moviendo hacia delante
su torso unos centímetros.
Impactada, observé cómo se detenía sobre el pijama manchado y lo arrancaba descubriendo algo más que mis pechos.-¡¡Ah!!-Chillé apartándome para cubrirme.- ¡Tú... hijo de...!-Comencé a decir, pero me di
cuenta de algo más importante. La marca del odio que adornaba mi brazo, ya había avanzado tanto que
no se podía distinguir el verdadero color de mi piel bajo ella. La putrefacción me cubría desde la punta de los dedos hasta el pecho, rodeando que alguna manera el espacio en que se encontraba mi corazón.
-No dejes...-Repitió él bajando la mano con lentitud.-No dejes que... lo infecte... No... lo dejes...
-¿Cómo...?-Balbuceé observándole.-Tú... ¿tú sabes de esto?
-Por... tu bien... No... lo dejes...
-¡Tú sabes algo!-Afirmé agarrándolo del cuello de la "camisa".- ¡Tienes que decirme todo lo que sepas!-Él parecía desvanecerse con cada segundo. Era muy difícil saber siquiera si seguía despierto.- ¡Dilo ya, carajo!
El tipo levantó su mano nuevamente, murmurando algo en el mismo idioma que no había logrado
entender antes. Tomó mi muñeca con suavidad rumorando sus oraciones, y acariciando la piel contaminada con su dedo pulgar. Yo obviamente me alarmé. Una sensación extraña me invadió tan pronto perdimos contacto, obligándome a ponerme de pie. E incluso a retroceder.
Un tintineo leve a mis espaldas me llamó la atención. Giré temiendo lo que podía encontrarme. La espada que misteriosamente él me había quitado antes, vibraba ansiosa en el suelo provocándome en el estómago algo muy parecido al pánico. Por un momento quise correr sin saber por qué. De hecho, diría que mi brazo, quiso que corriera. Pero no me dio tiempo. No hice más que hacer un ademán y enseguida Ryuzaky salió volando en mi dirección. De nuevo, por instinto me hice a un lado, pero el filo de la hoja logró alcanzar mi muñeca sin esfuerzo, haciéndome una brecha importante, justamente donde ese tío desquiciado me había tocado.
-¡Argh!-Ahogué un grito fijando desde el suelo, mi mirada en el responsable de ese desastre. Por supuesto que bastaron unos segundos para que el líquido negro y maloliente brotara de la profunda herida, extendiendo la descomposición sobre cualquier objeto que tocó.- ¡Oye!
Él, que anteriormente parecía un muñeco de cuerda roto, levantó la cabeza apoyándola en la pared, para
tomar la Katana, que había aterrizado justamente a su lado. En seguida que la tuvo, acercó la hoja a sus labios y sin medirse, deslizó su lengua a lo largo de ella, recogiendo cada gota en su paladar. Lo saboreaba de una manera extraña a pesar de ser totalmente asqueroso. Una vez hubo acabado, dejó caer el arma pesadamente para extenderme la mano. Una gota de sangre negra se escurrió de entre la comisura de sus
labios, y al instante todas las cortadas visibles que tenía en el rostro y los brazos comenzaron a sanar.
-¿Pero qué...?-Balbuceé al verlo, sujetando con fuerza mi muñeca cuando su actitud me hizo hacer una mueca de disgusto. Si lo pensaba bien tenía algo de sentido que esa cosa tuviera propiedades curativas, de
todas formas aunque así fuera eso no me ayudaría. Por el momento lo único que me preocupaba más, además del hecho de que tenía un pie en la tumba, era el por qué ese extraño que había ido inicialmente a por mí espada sabía tanto al respecto de mi... condición.
-Te duele, ¿cierto?-Dijo sacándome de mis pensamientos. En realidad hasta el momento casi no lo había notado, pero toda terminación nerviosa en mi cuerpo gritaba de dolor con cada gota que se deslizaba entre mis dedos. Era un dolor tan distinto a lo que estaba acostumbrada. Incómodo, molesto y agónico, pero a la vez tan excitante que no pude creérmelo.
Miré el líquido en mi mano, que escurría en el piso degradando los cimientos, para luego dirigirle una
mirada fugaz a mi invitado. Las heridas superficiales sobre sus mejillas y su frente habían desaparecido dejándome un poco escéptica. Ya no me extendía la mano, en vez de eso, ellas descansaban a ambos lados de su cuerpo.
-¿Sabes cómo detenerlo?-Dije sin quitarle ojo pero él no dijo nada.- ¡Necesito saber cómo detenerlo!
-No lo sé.-Respondió haciéndome retroceder.-Pero sé cómo puedes ganar tiempo para averiguarlo. Si
quieres que te diga, debes ayudarme primero.
Obviamente capté el mensaje a la primera. Mi primera reacción fue acercarme para ayudarlo pero el sentido común me detuvo. ¿Quién me aseguraba que una vez se liberara no me mataría para sanar del todo, y se iría llevándose a Ryuzaky? Pero por otro lado, si continuaba perdiendo sangre de esa manera moriría irremediablemente. Y con él mis esperanzas de saber más sobre lo que me pasaba.
- ¿Y cómo estoy segura de que cuando quedes libre no te librarás de mí para poder curarte y escapar?-Él guardó silencio por unos segundos en los que no se escuchaba nada más que nuestra respiración. Después, con mucho esfuerzo tomó el cuello de su camisa y lo desgarró descubriendo el pecho. Mis ojos se abrieron por sí solos revelando la sorpresa que me había llevado. Acto seguido, lo miré al rostro sin poder quitarme de la cabeza cómo la piel de su torso estaba cubierta por la misma podredumbre que amenazaba con acabar conmigo, haciendo su piel traslúcida y casi transparente, al punto en que dejaba
ver cada latido de su ennegrecido corazón.
-Porque si lo hago... yo también moriré.
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Seekers
Fantasy"La vida de un buscador nunca había sido tan dulce" Eso pensaba yo antes de que todo ocurriera. Con una inocencia que creía había perdido hace tiempo... Nunca hubiese imaginado que un simple error cambiaría todo tan rápido. Después de tanto, bastó s...