Amor Puro

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La tarde era fría y había varias nubes grises que desde la lejanía se aproximaban al muelle, las personas en las calles vestían ropa abrigadora y llevaban paraguas para protegerse de la inminente lluvia. Él caminaba a paso tranquilo ignorando miradas curiosas, con la vista fija en el frente y sin dejarse distraer por nada; eran las 10 de la mañana, como todos los días. Llegó al muelle, en una orilla distante olvidada por todos y se sentó en el borde de la madera gastada y corroida por el tiempo, sin importarle que una brisa húmeda le pegase de lleno en el rostro, simplemente esperando.

Sabía que faltaban cerca de 40 minutos para que quien esperaba llegase al lugar en que siempre se veían, pero simplemente no podía evitar llegar temprano, diario a la misma hora. Miraba las olas del agua salada moverse de un lado a otro reflejando la luz que el sol dejaba caer sobre ellas, el sonido de las gaviotas volando al rededor era el acompañante perfecto para que su mente viajase de regreso a aquellos días en que la persona que esperaba había cuidado de él con cariño y dedicación.

En ese entonces él apenas contaba con diez días de nacido, y aún así puede recordar vivídamente como lo metían en una bolsa de basura y le aventaban al mar; no le habría importado en lo más mínimo morir en ese instante aunque por suerte el agua no entró al interior de la bolsa, el aire era el verdadero problema y no le iba a alcanzar para mucho tiempo más. Fue en ese preciso momento, cuando estaba rindiendose a los brazos de la muerte, que sintió como alguien rompía el plástico que le aprisionaba y lo sacaba a la superficie intentando que se mojara lo menos posible. Respiró profundamente y gimió nuevamente pero entonces en agradecimiento, sus ojitos se abrieron un poco y logró vislumbrar un chico de cabellos verdoso y con las mejillas llenas de estrellas marrones; era una persona realmente hermosa, y cuando le regaló una sonrisa supo que se había enamorado irremediablemente.

Desde el momento en que le salvó de morir, ahogado o asfixiado o lo que fuera, le comenzó a cuidar, le alimentaba y le daba cariño, no pudo encontrar a alguien mejor que aquel ángel con piel estrellada. Aún ahora se encontraban todos los días, aún ahora le amaba con todo su corazón, ahora que habían pasado cerca de 16 años desde que se conocieron.

Estaba tan inmerso en sus pensamientos y se encontraba dentro de su mundo feliz, ese donde sólo estaban Tadashi y él, que no escuchó el chapoteo del agua cercana.

-Kei, otra vez llegaste temprano. Te he dicho que llegues a las 10:40, me haces sentir mal al hacerte esperar. -Una vez el pecoso terminó de hablar dejó un pez cerca del contrario mientras él mismo comenzaba a comer uno.

Tadashi era un ángel, metafóricamente, era quien le alimentaba y quien le decía palabras bonitas, era aquel que le daba sentido a su mísera existencia. Deseaba con todo su corazón el estar siempre junto a aquel chico con alma pura y de sonrisa brillante, pero sólo se podían ver a ciertas horas del día, cuando no había muchas personas al rededor; porqué su protector era un ser tan puro y místico que ningún ser humano mundano tenía el derecho de verlo, Tadashi era un tritón.

Tadashi tenía piel bronceada llena de pequeñas manchitas oscuras que parecían estrellas en el cielo nocturno, poseía unos ojos brillantes y demasiado emocionales; Tadashi contaba con una cola de brillantes colores dorados, con escamas tornasoles que resaltaba gracias a la luz solar, pero que en la noche, bajo la iluminación de la luna, parecían hechas de materiales más preciosos que el platino y el diamante, Tadashi parecía estar hecho de algo más caro y hermoso que todo lo que existía en el mundo humano. Nadie debía de saber de su existencia, nadie además de Kei.

Y eran durante las horas en que el puerto estaba relativamente desolado en que se podían encontrar, en que comían uno al lado del otro y platicaban tranquilamente acerca de su día y de cosas interesantes que les solían ocurrir, y Kei atesoran esos momentos más que su propia vida. Siempre habían palabras agradables y gentiles saliendo de la boca del chico marino, nunca le había repudiado ni mucho menos y eso sólo hacía que el amor dentro del corazó del otro creciera de maneras desmesuradas sin poder detenerse.

Una vez terminaron su respectivo pez Tadashi comenzó a despedirse de Kei, le indicaba que llegara a las 6 en punto y no una hora antes, le decía que le quería mucho y que se cuidase, era lo que siempre le decía antes de que marchara rumbo al océano, no sabía que era lo que hacía ahí pero realmente no le importaba siempre y cuando lo pudiera seguir viendo. Él permaneció recostado en la orilla, viendo como su amado partía dentro de aquel manto azul desconocido para él, ya comenzaba a extrañarlo.

Esperó algunos minutos hasta que estuvo totalmente seguro de que Tadashi no había olvidado nada y no volvería hasta su próxima hora acordada. Soltó un suspiro y se levantó de aquel sitio en que había permanecido un par de horas, estirando sus músculos entumecidos, realmente no tenía demasiadas cosas por hacer, o al menos no que fueran más importantes que esperar el regreso del pecoso, pero debía estirar sus piernas y dormir en algún callejón hasta que fueran las seis.

El segundo encuentro de aquel día transcurrió sin ningún problema o novedad, exceptuando el hecho de que Kei le llevó de regalo una zarigüella para la comida, hablaron tranquilamente y observaron juntos la puesta del sol, gracias a la estación en que se encontraban el anochecer llegaba más pronto que se costumbre y podían apreciarlo juntos. Tadashi se fue rumbo al océano mientras decía palabras dulces al contrario, realmente detestaba separarse pero no podía evitarlo, si le veían corría el peligro de ser cazado.

La siguiente reunión era hasta la media noche, ahora en una pequeña cueva semimarina a la que cualquier persona tendría demasiados problemas en alcanzar. Kei subió una pequeña montaña que era la entrada a su lugar secreto, con pasos firmes e intentando no resbalar debido a la poca rugosidad de las rocas bañadas por el agua, luego bajó por una ladera llena de rocas puntiagudas que apenas y dejaban al rubio pasar. Eran las 11:30 cuando Kei se dejó caer sobre una roca lisa en el centro de aquel lugar, bajo los rayos lunares que se colaban por el techo descubierto. Sintió la brisa salada llegar a su naríz y disfrutó del sonido de las olas a la lejanía, la quietud de la noche era su favorita.

Entonces Kei tuvo miedo, nuevamente sintió la incertidumbre y el pánico apoderarse de él pues estaba consciente de que no duraría mucho tiempo más con vida; Kei era un gato.

Kei era un gato huraño y enojó que dormía en callejones, comía ratones y peces y detestaba a los humanos. Kei tenía el pelaje rubio y limpio, detestaba la suciedad y a veces Tadashi le ayudaba dándole baños, y poseía unos hermosos ojos azul cielo que el pecoso adoraba con su vida. Además Kei el gato estaba enamorado por completo de Tadashi el tritón y sabía que su vida no podría alargarse más allá de un año, sentía sus piernas cansadas y el filo de sus dientes ya no era el mismo de antes; y Tadashi también era consciente de todo aquello.

Kei miró la luna con ojos llenos de expectación y, al igual que todas las noches durante 16 años, pidió con todas sus fuerzas a aquel satélite que le concediera la magia para volverse un ser marino que pudiera vivir los mismos años que le restaban a Tadashi, cuidandolo y compartiendo su vida con aquel al que amaba más que a sí mismo. Kei estaba seguro de que era posible, sí podía existir un ser tan incorrompible como Tadashi entonces él se podía transformar en algo diferente y capáz de estar con el tritón para siempre.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el chico de piel similar al manto estelar posicionado sobre sus cabezas, quien con su inquebrantable sonrisa le volvía a alegrar la vida y le daba razón a su existencia. Comieron como era costumbre y se despidieron cerca del amanecer, cuando la luz del sol se hacía paso en el cielo tiñiendo de colores naranjas el paisaje.

Kei decidió no irse inmediatamente después de que Tadashi se adentrara en el agua, se quedó contemplando el cielo una vez más y ahora decidió rogar por aquel favor también al astro rey. El sueño comenzó a vencerle encima de aquella roca y sin poder luchar contra él se acomodó en ese mismo lugar, sintiendo sus extremidades comenzar a relajarse y su respiración volviéndose serena y constante cayó entre los brazos de Morfeo.

A las 10:40 am cuando Tadashi volviera a aquel sitio en busca de Kei se llevaría una sorpresa.

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Historia por Santa Secreto para Natsuki Akimura. ♡

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