El sábado Taeyang se dio una ducha con agua fría para quitarse el recuerdo de los labios calientes de Yeong Eun, miró las noticias (cosa que nunca hacía) para quitarse la imagen de esos ojos azules mirándolo, se preparó un café y lo tomó sin azúcar para quitarse el sabor de la boca del albino.
Nada de eso funcionó, sin importar cuánto lo intentara, no podía evitar esperar el lunes para volver a verlo.
Tomando de un trago lo último que quedaba de su café, se dijo la razón por la que tenía que dejar de pensar en Yeong Eun de esa manera:
Necesitaba el dinero, enseñarle a tocar el piano era el mejor trabajo que iba a conseguir, la paga era demasiado buena. En dos meses de sueldo, había logrado ponerse al día con algunos de sus pagos, y en otros dos meses iba a poder vivir de una forma más estable económicamente, talvez en 5 podría mudarse de ese intento de apartamento.
Pero si se enamoraba de Yeong Eun iba a perder todo eso. Estaba seguro de que si intentaba tener algo con él, lo despedirían. No podía arriesgar su estabilidad económica y emocional por un chico... aunque fuera el más hermoso que había conocido en su vida.
Así que cuando llegó el tan esperado (temido) lunes, Taeyang fue a trabajar, con solo eso en mente. Intentó dejar de ver a Yeong Eun como un hermoso piano blanco hecho persona, y solo como un muchacho al que tenía que educar.
En el salón del piano se encontraba Yeong Eun, estaba practicando una de las canciones que le había enseñado; y para desgracia de Taeyang, su corazón se aceleró solo con esa imagen. Yeong Eun mordiendo sus labios (esos mismos que hace unos días habían estado contra los suyos) y con el ceño fruncido por la concentración.
Taeyang se obligó a respirar, no se iba a rendir tan rápido (¿o era al revés? ¿No iba a luchar tan rápido?). Tenía que ver a Yeong Eun... no, a Min como un simple alumno. Incluso si la imagen fuera digna de una pintura, era solo un simple chico.
—Buenas tardes, Min Yeong Eun— dijo que la forma más formal que pudo. Tomó una de las pocas sillas qué habían en el salón y se sentó junto al piano, tomando distancia de su alumno—. Veo que estabas practicando sin que te lo pidiera.
Yeong Eun frunció el ceño al verlo sentado tan lejos, normalmente se sentaba junto a él en el banco del piano, así podía ayudarlo con las manos, así se le hacía más fácil a Yeong Eun tocarlo de manera "accidental".
—Estuve practicando el fin de semana, quería sorprenderlo, hyung.
Taeyang asintió y le pidió que continuara, mientras tocaba, se concentró en todo lo que hacía mal. Era la única forma de ignorar todo el esfuerzo que ponía en cada nota, ignorar que ese esfuerzo era por él.
Cuando terminó de tocar, Yeong Eun se tronó los dedos y bostezó. Solo es un chico común, es muy común que los chicos arruguen la nariz de esa forma cuando bostezan.
—Hyung, ¿podrías ayudarme a colocar bien mis dedos?
Esa petición obligó a que Taeyang se sentara junto a él en el banco. Uno a uno, fue colocando sus dedos sobre las teclas correctas, siguieron así por un rato, repasando acordes, hasta que la mano derecha de Yeong Eun se posó sobre la de Taeyang. El albino no cambió su expresión facial, mientras que Taeyang estaba sonrojado.
Los dedos de Yeong Eun jugaban con los suyos, su dedo índice dibujaba líneas aleatorias en el dorso de su mano. No podía negarlo, lo estaba disfrutando, y el de ojos azules actuaba como que no estaba haciendo nada, seguía practicando (de forma más entrecortada) con su mano izquierda.
Taeyang lo miró y se fijó en que tenía un leve sonrojó y una pequeña sonrisa que se asomaba por el costado de su boca. La mano de Yeong Eun dejo la suya para ir a su muslo, su camino se estaba volviendo más y más osado, Taeyang tenía una idea de dónde iba a terminar. No podía permitir que llegara tan lejos. El suspiro que sus labios dejaron salir sin su permiso, fue la alarma que necesitó para quitarse la mano de Yeong Eun del muslo y alejarse lo más que pudo.
—!Por favor perdóneme, hyung!— prácticamente gritó el muchacho inclinándose tanto hacia adelante, que todo su sonrojado rostro quedó cubierto por su cabello. Su voz sonó rota cuando con esfuerzo dijo:—No volverá a pasar, por favor perdóneme.
En ese momento (con un Yeong Eun muerto de vergüenza, decidido a no enderezarse hasta que escuchara una respuesta de su parte) se dio cuenta de que no importaba lo que hiciera, iba a terminar de la misma forma. Si rechazaba a Yeong Eun, era muy probable que él le pidiera a su madre que lo cambiara de profesor de piano, ¿quien podría soportar ver a la persona que no corresponde tus sentimientos tres veces a la semana? Taeyang se dio cuanta de que su destino ya estaba escrito, pero él podía decidir cómo llegar. Si iba a perder el mejor empleo que tendría, sería por que besó demasiadas veces a Yeong Eun, o por que lo elogió demasiado, no por que mantuvo distancia de esa suave y blanca piel. Estaba decidido.
—No me molestaría que volviera a pasar.
ESTÁS LEYENDO
Clases de piano
Short StoryLa historia de cómo las vidas de un hombre que ama tocar el piano y un muchacho que no soporta la luz se unen.