Un pato con patas enormes graznaba enojado, buscando poder llegar a los enormes cocos que descansaban en la parte superior de una no tan enorme palma. Trataba de volar para alcanzarlas, pero una de sus alas estaba lastimada así que le era dolorosamente imposible completar esa acción. Tomaba piedras con su pico y las aventaba lo más fuerte que podía, sin lograr ni el más mínimo movimiento en la planta. Frustrado por su fracaso, se detuvo. Sus intentos parecían cada vez más y más inútiles.
— Tengo hambre... — Dijo el Pato al mismo tiempo que sentía que su estómago rugía como tigre.
Los cocos parecían cada vez más lejanos al mismo tiempo que más deliciosos. Las ganas de comer y no quedar en fracaso se apoderaron de la anatomía del pato. Se levantó con todas las ganas de triunfar, corrió con fuerza hacia el rígido tronco, inclinó su pequeña cabeza y corrió con más rapidez: su cabeza se estampó contra el tronco, ocasionando un agudo dolor que hizo chillar al animal. Comenzó a ver todo de vueltas, sintiendo cansancio instantáneo y ganas de vomitar. Se arrojó rápidamente al suelo, sintiéndose derrotado al ver cómo los cocos ni siquiera se habían movido un milímetro. Frustrado, comenzó a derramar lágrimas. Pero las borró en el momento en el que escuchó cómo alguien se acercaba a él.
— Hola, amigo. — Saludó tranquilamente la chiva, sus grandes cuernos lograban intimidar al pato. — Te he estado viendo todo este tiempo, vi cómo luchabas por obtener esos cocos sin éxito alguno y he decidido a ayudarte a conseguir éste alimento. — Se ofreció amablemente.
— Gracias, — dijo el pato — pero yo sé que puedo sólo.
— ¿Seguro? Mi duro cráneo y mis grandes cuernos pueden tumbar esos cocos sin ningún problema. — Insistió.
— No, en serio. Yo puedo solo. No soy débil ni necesito de alguien para lograr lo que me propongo. — Dijo egocéntrico.
La chiva rio — Sí. — Y se marchó de ahí, riendo por la debilidad que el pato demostraba.
El pato, durante toda la tarde, intentó e intentó una y otra vez. Sin embargo, no logró nada.
Se arrepintió de haber rechazado la ayuda de la bonita chiva.