Capítulo 6

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Una vez que llega la guardia costera nos detienen a ambos, nos llevan de vuelta a la ciudad y nos encierran en un calabozo de la cárcel estatal. Instantes después aparece un pez gordo del gobierno que nos echa un sermón sobre lo que acabamos de hacer, alegando que hemos puesto en peligro al mundo porque no sabemos hasta qué punto esta especie puede resultar una amenaza para la humanidad. Qué idiotas. Llevan toda la vida existiendo y jamás han resultado un peligro. Ellas son inofensivas si se las deja tranquilas, como cualquier otro ser vivo. El mayor peligro de la humanidad somos nosotros mismos, los humanos.

Obviamente yo no me quedé callada y le dije muy claramente que no pensaba formar parte del circo mediático que iban a formar a su costa. Que no pensaba participar ni contribuir a la extinción de esta especie solo porque ellos se quieran llenar los bolsillos. Y él me ha advertido que tengo un serio problema por desacato a la autoridad y que tendré el doble de ahora en adelante. Por último nos avisa de que tanto Mike como yo nos enfrentaremos mañana a medio día a un juicio donde se decidirá qué hacer con nosotros y qué medidas tomarán con esta nueva criatura descubierta.

En estos momentos no puedo dejar de pensar en la propuesta de Sire. Las horas se van agotando en esta celda, el alba está apunto de llegar, ella me estará esperando en la cala, y yo aquí encerrada. Deseo estar con ella más que nunca, sentirme a salvo, protegida. Es una locura, yo soy una simple humana y no podría estar con ella; eso es lo que me dice mi parte racional. Pero la otra parte de mi cerebro, la creativa, sueña con poder escapar de aquí y encontrarme con ella. En otro momento de mi vida hubiera tenido muy claro a qué parte de mi cabeza hacerle caso, soy de ciencias, soy racional, lógica. Sin embargo, hoy prefiero soñar.

-Mike, tienes que sacarme de aquí -le digo levantándome de un salto de la banqueta de hierro que tenemos como asiento.

-¿Qué dices?

-Tengo que irme con Sire, me estará esperando en la Cala, se morirá de pena si no aparezco.

-Definitivamente, te has vuelto loca.

-Mike, tú las has visto como yo. Esto no es ninguna locura. No quiero pasar el resto de mi vida encerrada en una cárcel, porque eso es lo que me va a pasar. A ti te dejarán libre, solo me has llevado hasta el mar, esa ha sido tu única participación, ni si quiera sabías qué tenía planeado, solo me hiciste caso. Pensarán que eres un pringado que hace lo que sea por enamorar a una chica, así que no te tomarán en cuenta.

-Hombre, gracias por la parte que me toca.

-Lo siento.

-Bueno, supongo que ahora también me acusarán de cómplice por ayudarte a escapar.

-¿Me vas a ayudar?

-¿Cuándo te he fallado?

De un salto me lanzo a darle un abrazo.

-Gracias, eres el mejor.

-Lo sé -responde soltando una carcajada llena de nervios.

A la vez que me responde va sacando del interior de su zapato una llave maestra.

-¿Desde cuándo tienes eso? -pregunto asombrada al verlo.

Mike, antes de darme esa información, comienza a introducirla en la cerradura.

-La conseguí hace unos meses, me costó caro, pero he aquí su utilidad.

Tras unos minutos de intenso forcejeo, logra abrir la puerta. Mi libertad.

-Ten cuidado, podrían verte salir -me dice antes de dejarme marchar.

-Tranquilo, tendré cuidado, y gracias por todo -Vuelvo a darle un abrazo, quizás el último-. Jamás podré agradecerte todo lo que has hecho esta noche por mi.

-Por todas las veces que me has ayudado tú a mi -responde él con una sincera sonrisa-. Corre, antes de que alguien llegue, vete.





Mi reloj marca las 4:43 de la mañana, dentro de unos minutos comenzará a amanecer, debo darme prisa. La salida de la cárcel ha sido mucho más sencillo de lo que esperaba, de nuevo Mike me ha echado una mano: se puso a dar golpes y gritos, se encaró a los policías que se encontraban de turno esa noche, los mantuvo distraídos el tiempo suficiente para dejarme salir por la puerta con total facilidad. Mi mejor amigo se acaba de meter en un buen lío por mi, y en parte me siento culpable, pero necesitaba huir.

A tiempo logro llegar a la Cala de la Luz, Sire aún no había llegado, pero en cuanto el primer rayo de sol alumbró el agua que baña la cala hizo aparición. Al verla sonrío, y con paso tranquilo me voy adentrando en el agua, está muy fría, al instante me cala los huesos, pero no me detengo y avanzo hasta que me cubre la mitad de mi cuerpo. Sire acorta la poca distancia que queda entre nosotras y me agarra por la cintura, haciendo que dé un paso más, quedando flotando en sus brazos. El agua ya me llega por el pecho, la ropa mojada hace que sienta más frío aún. Un escalofrío me sacude el cuerpo y Sire me aprieta contra ella.

-Sa-bí-a que ven-drí-as -dice sonriente, mostrando su mandíbula afilada.

-Esto es una locura -respondo soltando un suspiro, con los labios temblorosos.

Tengo la piel de gallina, y aunque podría pensar que tiemblo de frío, realmente es de miedo. Y ahora, ¿qué? ¿Intento bucear con ella hasta ahogarme? A mi respuesta, Sire responde elevando su cuerpo lo suficiente para alcanzar mis labios y besarlos de nuevo. En esta ocasión el beso es muy diferente. Sus labios son gruesos, los tiene muy fríos y duros, aunque como antes, me dejó sabor a mar. La sensación de sentirme segura a su lado sigue perenne en mi, eso no ha cambiado en absoluto. ¿Cómo es posible que en tan solo unas horas conozca a una sirena, la ayude a huir de unos científicos, escape de una celda y ahora me disponga a vivir el resto de mi vida con ella? Si es que eso es posible, claro.

Sire continúa con el beso al ver que le respondo, con dudas, con miedos, pero me dejo llevar por su magia. Poco a poco me va arrastrando más al interior del mar, hasta sentir la necesidad de mover mis piernas para mantenerme a flote. El mar nos balancea, el sol empieza a alumbrarnos proporcionándonos un calor agradable.

-Tengo miedo -le confieso deteniendo el beso-. No soy una de vosotros, voy a morir ahí abajo.

-No mo-ri-rás. Nu-es-tros be-sos son má-gi-cos -responde ella con una media sonrisa.

Al decir eso me hace un gesto para que mire hacia abajo. Lo hago. Y descubro el poder, la magia de la que habla. Mis piernas han desaparecido, a cambio tengo una cola como la suya, con un color rojizo, como las pequeñas escamas que cubren mis manos, que a su vez se han agrandado, me han salido las membranas entre los dedos y las uñas son tan duras como las de Sire. Ahogo un grito, de emoción, por supuesto. Mis ojos se ponen vidriosos, jamás en la vida hubiera pensado que algo así pudiera pasarme a mi. Soy una sirena. Yo. Una nerd con gafas que nunca ha sacado las narices de los libros. Por cierto, hablando de gafas. Me llevo las manos (mis nuevas manos) a la cara y descubro que han desaparecido. Aparentemente veo bien, como si las llevara puestas, pero supongo que tendré los mismos ojos con los que Sire me está mirando en estos momentos. Y mi boca, seguro que tendré los mismo dientes. Dios, todo esto es tan surrealista.

Sire, que sigue abrazando mi cintura, me atrae más hacia ella para besarme de nuevo. Una de sus manos sube por mi hombro, se cuela en mi cuello y llega hasta el despeinado moño. Con un rápido movimiento se deshace de él, haciendo volar mi pelo cobrizo, cayendo por mi espalda, fusionándose con mis escamas.

-Va-mos a ca-sa -me dice en tono familiar, tirando con dulzura de mi mano, adentrándome en las profundidades del océano.

El secreto del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora