"Clic"

432 5 0
                                    



Entre un par de miradas y sonrisas, llegaron al sofá, ese mismo que hacía a penas media hora no esperaba sufrir ese tipo de diversión nocturna. El terciopelo negro no era lo ideal para un revolcón, pero lo cierto es que la ocasión merecía ese caro sofá de diseño italiano y mucho más.Una vez conseguida su misión, Nana reapareció en las alturas y apretó más su cuerpo contra el suyo. Camisetas fuera, no hacían más que molestar. Piel con piel, y cada vez más acelerada la respiración... Las pulsaciones iban al ritmo de sus dedos, de sus caricias, de sus besos. Nana dirigió su mano a la pierna izquierda de Hachi, acariciando el muslo, rozando solo con la punta de los dedos, un poco las uñas... acercándose cada vez más y más al centro, un poco a la izquierda, otro poco a la derecha, otra vez ahí... Hachi parecía no poder controlarse mucho más, apretaba con fuerza sus dedos, clavándolos en su espalda.

Las notas de música comenzaron a llenar la habitación, y aun así, todavía quedaba espacio para los gemidos de ambas. Las manos de Nana se fundían ya con el cuerpo de Hachi, quien estaba cada vez más excitada... o al menos eso demostraban sus dientes marcando la piel de su compañera, y sus pequeños suspiros entre jadeo y jadeo. Tan sólo eran ya piel con piel... el resto de prendas descansaban ahora repartidas por el parqué de los alrededores. Sus cuerpos quedaban débilmente iluminados por las luces nocturnas del exterior y el cálido resplandor de la chimenea. Verlas sobre ese sofá invitaba a pensar. No sólo en lo evidentemente sexual del momento, sino en ellas. Sus cuerpos. Su ser. Polos opuestos, aparentemente... Rubia, morena, piel cálida, piel pálida, ojos oscuros, ojos claros, luz, oscuridad... Pero al fin y al cabo, era como si así tuviera que ser... un tapiz humano representando un hermoso ying yang... y al fin y al cabo, no eran más que eso, polos opuestos, unidos por el mismo sexo.

Nana acercó una manta y la puso extendida, con la parte superior debajo de la mesita. Ayudó a Hachi a tumbarse con unos cuantos besos, y se quedó con la mirada atravesando el grueso cristal. Mientras, la otra bajaba, usando la lengua como única guía sobre el cuerpo desnudo de Hachi, cuyas manos se agarragan con fuerza al mármol frío de la mesa. Faltarían las palabras para describir ese momento... pero las notas musicales que inundaba la sala, bien podrían acercarse a describirlo.

Podían verse las olas golpeando contra los muros del paseo marítimo, similar a como golpeaban los recuerdos en la mente de Nana. Recuerdos de un tiempo pasado, y recuerdos del tiempo perdido. Se prometió para sus adentros que nunca, nunca más volvería a hacer y hacerse ese daño a sí misma. Por altruismo, o puro egoísmo, pero no lo consentiría. Hachi la miraba pensativa, con los ojos abiertos, quizás algo preocupada por el repentino parón, y la seriedad de su rostro.

"Date la vuelta Hachiko, sé buena...". Le obedeció. Nana comenzó a besar cada milímetro de su espalda, con los labios, sólo con los labios. Las manos le acompañaron y acariciaron cada hueco que sus boca dejaba libre, con la punta de los dedos, con las uñas otra vez... Mordió su cuello, lamió su nuca... y comenzó a bajar, bañando levemente con saliva cada rinconcito de ese arco perfecto que se formaba al bajar y bajar más... mordisquitos en la nalga izquierda... y manos que ansiaban hacer el amor, y no la guerra...

Con el último gemido de placer, calló la última gota de la noche desde la nube más alta del cielo, y en ese mismo instante, mientras esa gota hacía "clic" sobre el cristal de la terraza, Nana caía rendida sobre la espalda de Hachi, abrazándola, besándola, mimándola. Hachi se dio la vuelta para responder con las mismas intenciones. Se miraron, se sonrieron, se besaron.

Nana se levantó rápidamente, e igual de veloz volvió. Con un movimiento felino acercó a los labios de Hachi un cigarrito... debidamente condimentado, ya que antes no le había dado tiempo a terminárselo ella sola. Se quedaron tumbadas, mirando como el cielo comenzaba a desprenderse de las molestas nubes... Se estaba quedando una noche perfecta. Qué diablos. Ya era una noche perfecta.

  Hachi abrazaba a Nana mientras ésta la rodeaba con su brazo, compartiendo entre ambas, caladas y caladas de satisfacción. De repente, Nana se apartó un poco, la miró sorprendida, y le preguntó socarronamente "Bueno, a todo esto... ¿tú venías para...?". Hachi se quedó avergonzada, sin saber donde mirar, y en cuanto sacó su fuerza para responder, Nana la calló con otro beso. Se rieron, pero Hachi pudo decir con voz picarona: "Mañana, cuando me prepares el desayuno, te lo cuento".    

"Clic"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora