❝ ¿Cómo es posible que dos almas tan extrañas cómo nosotros puedan amarse?❞
Lilianne Moreau no sabía que podría ser peor. Su tormentoso pasado o su futuro incierto, de cualquier forma sabía que todo estaría bien mientras siguiera jugando a s...
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BEACON HILLS, SEPTIEMBRE DE 2020
PARA ALGUNOS ES DEMASIADO EXTRAÑO LO RÁPIDO QUE CAMBIAN LAS COSAS, muchas personas viven gran parte de sus vidas de la única forma que conocen hasta que un ligero o gran momento cambiaba su existencia, todo su eje se rota de manera rotunda y para cuando se daban cuenta de que todo lo que habían conocido ya no era cómo antes ya es demasiado tarde.
Pero para Lilianne Moreau los cambios aunque por lo general desagradables habían ocurrido de manera frecuente en su vida, siempre llegando de manera inoportuna para arrebatarle lo que era su realidad, su mundo, el cual con el pasar del tiempo solía quebrarse con demasiada facilidad.
El primer cambió en su vida ocurrió cuando tenía siete años, su padre murió y ella no, había vivido para contar una tragedia que se había llevado la vida de su padre y su cordura, luego a los nueve en las calles de París conoció a la persona que sería su hermana y a los once en una noche tan tormentosa cómo el día en el que se marchó llegó a Colliure.
Beacon Hills había llegado cómo otro cambió de muchos, un pueblo mucho más grande de lo que había sido Colliure pero un pueblo. No tenía ningún aeropuerto así que habían llegado en auto desde Los Ángeles en el nuevo Mercedes-Benz de su madre. Estaba cubierto por un frondoso bosque, tenía montañas y una reserva protegida por el estado.
Realmente había tenido dudas sobre qué hacían allí, no era una gran ciudad cómo lo serían New York o Los Ángeles, ni siquiera era un destino turístico ni tenía una comunidad de lujosas casas para familias de élite. Su madre le había sonreído con diversión mientras miraba la mueca que había intentado ocultar durante un rato, no lo entendía. Pero entre tantas cosas brillantes, no pudo ver lo que su madre ocultaba detrás de aquella sonrisa.
Era lo opuesto a Colliure, frio, nublado, las hojas de otoño empezaban a asomarse en la copa de todos los árboles y a momentos parecía que en cualquier momento el bosque se tragaría el pueblo, sentía sentimientos opuestos, la sensación de que estaba entrando en un nuevo infierno le pico en el alma.
Pero, no podía saberlo. A principio el aire se respiraba mejor allí que en Colliure, llegaron a una casa grande en lo que pareció ser el mejor suburbio de la ciudad, de estilo hogareño y muy bien separadas entre sí por muros de ladrillos y picos de hierro. No había vecinos entrometidos, ni mujeres saludandolas con falsa amabilidad y postres que no necesitaban, ni un grupo de vecinos para hablar de la reunión de fines de semanas. Si llamaron la atención de alguien no les importo lo suficiente cómo para que las molestasen.
Sólo fueron ella y su madre. Durante lo que quedo del mes Esther no se había separado de ella, vieron películas, abrieron algunas cajas de cosas que habían conservado, colocaron fotografías familiares en las paredes desnudas de su nuevo hogar, decoraron la habitación que usaría su hermana mayor cuando decidiera visitarlas y se dedicaron a conocer el lugar. Se preguntó si así se sentía la normalidad, a despertar con el aroma de huevos revueltos, a charlar con su madre durante horas y acompañarla a hacer compras todos los viernes.
