1

22 1 1
                                    

Todo comenzó un día normal, como cualquier otro, estaba ya a mas de la mitad de mi ultimo año universitario.

Recuerdo que todo transcurría normal, de manera rutinaria, justo al mismo ritmo que el día anterior, y el anterior a este, en general, como todos los días en los últimos años, como toda mi vida para ser exacto.

Salté de una clase a otra de manera casi mecánica, casi como si fuese un robot programado para ir de aquí para allá, utilizando los recesos exclusivamente para estudiar aun mas.

Pasó el día casi sin darme cuenta, hasta que sonó la campanilla que anunciaba el final de la ultima clase de el día.

Todos a mi alrededor comenzaron a guardar apresuradamente sus cosas y poco a poco el salón de clases comenzó a verse vacío. Sentí un pequeño mareo que hizo que por un momento todo comenzará a girar en torno a mi.

–Hey ¿Te sientes bien?– Giré mi cabeza lentamente, tratando de controlar todo lo que me daba vueltas y me encontré con la dueña de esa voz, Maya: la chica rubia y de piel extremadamente blanca que solía sentarse detrás de mi durante esa clase  –luces pálido– insistió ante mi falta de respuesta, levantando una de sus bonitas cejas rubias.

–Claro, todo bien— respondí después de un rato con un murmullo apenas audible.

Maya al principio hizo una mueca, demostrando que no creía en mis palabras, pero pasados unos segundos termino asintiendo con la cabeza y se marchó con un libro entre sus brazos, apretándolo fuertemente contra su pecho.

Culpe a la falta de alimentación por mi mareo, había puesto tanto empeño en mis estudios que había descuidado mi alimentación, así que le resté importancia a lo sucedido, me puse de pie y rápidamente acomode mis cosas bajo el brazo, me colgué la mochila al hombro y salí disparado de el salón.

Fuera de este, traté de recorrer el pasillo a grandes zancadas, pero estaba repleto de jóvenes como nunca. Nuca había sentido tanta gente sobre ese pasillo como ese día. 

Algunos alumnos caminaban apresuradamente a sus siguientes clases, otros tantos al haber terminado con sus horarios (como yo) caminaban despreocupados por el pasillo.

repentinamente me invadió una sensación de panico y unas inmensas ganas de salir corriendo a casa, el sonido de los pasos desenfrenados a mi alrededor comenzó a marearme nuevamente, pero esta vez solo fui capaz de distinguir figuras borrosas que corrían o caminaban a mis costados, algunas otras se quedaban estancadas, obstruyendo aún mas el paso.

Fui capaz de enfocar nada, solo veía siluetas y colores opacos. Los pasos comenzaban a martillarme la cabeza. Comencé a escuchar murmullos lejanos, carcajadas sonoras y distantes. Todo se tornó confuso.

Una punzada atacó desde lo mas profundo de mi cráneo, enérgica y violenta, me obligó a llevar las palmas de mis manos a los lados de mi cabeza, haciendo presión en mis sienes, todo empezó a ir mas lento y a oscurecerse.

El sonido de mis cosas cayendo al piso no tenía que ser tan fuerte, sin embargo, lo fue. Un terrible estruendo, como tirar un jarrón de vidrio dentro de una habitación vacía. El ruido retumbó en mis oídos y sentí las piernas flaquear mientras observaba el bolígrafo rebotar contra el suelo.

Otra punzada, mis ojos amenazaron con cerrarse y luché por mantenerlos abiertos solo para darme cuenta que ya había varias siluetas en torno a mi, como si fuese una atracción de feria, no podía distinguir ningún rostro.

Me fallaron las rodillas y caí de lleno incado, apenas fui capaz de distinguir un grito que sentí demasiado lejano.

Una ultima punzada, enérgica, fuerte, provocó un dolor casi insoportable dentro de mi. Se me cerraron los ojos y luche nuevamente por mantenerlos abiertos, quería estar alerta. Solo sentí miedo y frío.

Cuando logré abrirlos me di cuenta de que me encontraba recostado sobre el frío suelo. Solo podía ver sombras.

Luché intentando apoyarme sobre mi codo derecho, parpadee lentamente, con una lentitud casi absurda y entonces, aparecieron esos enormes ojos  azules, mirándome fijamente y muy de cerca. Recuerdo el miedo reflejado en ellos.

Recorrí su rostro con una lentitud infinita, que esta vez no me pareció absurda. Recorrí con la mirada sus rasgos finos, sus gruesos y rosados labios, su pequeña y delgada nariz, su tersa piel morena y los castaños rizos que colgaban por los lados de rostro.

–Estarás bien– la escuche decir, con un gesto de tristeza dibujado sobre el rostro y sin saber por que, comencé a compartir el mismo sentimiento. Me embargó la tristeza.

Me deje hundir en el azul de sus ojos, en el mar que tenia  justo frente a mi, un mar sin fin. Me sentí saltando desde un precipicio, todo comenzó a tornarse oscuro, dejé de escuchar. Ya no sentía frío, lo último que sentí fue mi cabeza impactando contra el suelo, después, nada.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 12, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Psicosis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora