Capítulo I: El comienzo de todo

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Era una hermosa noche. Las estrellas brillaban en el cielo y la luz de la luna iluminaba las copas de los árboles de un frondoso bosque, embelleciendo el tranquilo paisaje. No se escuchaba otro sonido más que el canto de los grillos... y pasos acelerados.

La figura de un animal atravesó a gran velocidad la vegetación y a su marcha dejó una estela de sangre. Instantes después, unas difusas siluetas sombrías pasaron por el mismo camino con igual rapidez.

—Señor, está escapando. ¿Qué hacemos? —preguntó una de ellas a la que encabezaba el grupo.

—No te preocupes, con esas heridas no llegará muy lejos —respondió ésta, denotando una mezcla de maldad y burla en su voz.

La particularidad de los individuos era que estaban ataviados por armaduras negras, brillantes como gemas oscuras.

Algunos metros adelante, el animal, que al llegar a un vasto claro se dio a conocer como un canino, continuó corriendo con ahínco. Sin embargo, con cada segundo que transcurría su velocidad aminoraba.

«N-no puedo detenerme, si m-me atrapan van a matarme», pensó una melodiosa pero agitada voz femenina proveniente del can. «Y-ya estoy cerca, s-solo...». Al distinguir en la lejanía la estructura de un pozo, aumentó su marcha. Pero lamentablemente, debido al inmenso agotamiento sus pisadas eran inestables y por lo tanto en un descuido se tropezó. Intentó levantarse, temblando a causa del esfuerzo, mas volvió a caer pues en el brusco golpe se lesionó una pata. «¡Maldición! Es tarde».

En ese momento, una macabra risa resonó por el lugar.

—¡Nada ni nadie puede escapar de mí! —exclamó el líder de sus perseguidores, emergiendo de entre las sombras seguido del resto. Al iluminar las armaduras, la luz de luna les otorgó un halo espeluznantemente bello—Je, admito que duraste más de lo que creía... mmm... —Escudriñó a la can, fingiendo meditar algo—Hagamos un trato —dijo con una sonrisa completamente opuesta a su aparente tono de voz amable—: te perdonaré la vida si te unes a nosotros. ¿Qué dices? ¿Acaso no soy generoso?

«¡Pero quién se cree que es! ¡Nunca me rebajaría a su nivel de peste, ni muerta!». Dio varios ladridos y gruñidos para expresar su negativa.

—Creo que es un no. —Las risas de sus compañeros corearon la suya—Qué lástima... —Negó con notable falsa pena—perdiste tu oportunidad. —Extendió hacia ella su mano derecha, la cual comenzó a ser rodeada por energía oscura que terminó materializándose en una espada—. ¿Últimas palabras?

«¡Púdrete!», respondió ella en su mente y lo tradujo como un ladrido del que fue muy fácil adivinar qué significaba.

El hombre llevó su otra mano al pecho—Qué ingrata. —Tan solo se acercó un pie cuando de improviso un haz de resplandor rosado cruzó el claro a una velocidad increíble y se incrustó en uno de ellos.

| Mi Querida Inu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora