Parte 1

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¿Alguna vez has sentido que tu corazón late tan rápido que crees que tendrás taquicardia? ¿Has sentido el sudor en tus manos cuando miras a los ojos de esa persona especial, o la forma en la que tus piernas se hacen gelatina cuando te sonríe? ¿Lo has experimentado? De esas veces que eres capaz de reconocer a esa persona entre un millón más a la distancia. Cuando eres capaz de reconocer su aroma a través de tus sueños, o acunarlo entres brazos y sentir qué ese momento es el más perfecto en el universo. ¿Lo has sentido? Algunas personas lo llaman pasión, otras amor, los científicos "una serie de reacciones químicas". Yo, yo lo llamo Anthony.

Ven, siéntate a mi lado y deja que te cuente un cuento. Te contaré mi historia, la triste historia de un amor perdido, un amor jamás olvidado, un amor lleno de ira, lleno de venganza, un amor sangriento, pero al final, un amor como ninguno.

Llegué a este mundo hace ya mucho años, sí, muchos, puedes ver que a pesar de mi buena condición, las arrugas alrededor de mis ojos no mienten. Como decía, nací en una época oscura para el mundo, donde los rezagos de la guerra causaban estragos en la población. Nací en uno de los barrios más desprovistos de Brooklyn, rodeado carencias, pero nunca falta de afecto. ¡Dios bendiga a mi dulce madre por ello!

Mis padres, Joseph y Sarah Rogers, llegaron con sus padres a este país en busca de mejores oportunidades. Crecieron, se conocieron y vivieron toda su vida en Brooklyn, siempre bien educados en los asuntos del Señor. De la misma manera que me educaron a mí.

Desgraciadamente, la vida nos arrebató a mi padre demasiado pronto. Un tiroteo entre policías y criminales, donde solo nos entregaron una medalla al valor a cambio de la vida de una excelente persona y una mísera pensión. Mi madre me crio para ser un buen hombre, para ser un mejor hombre, como mi padre hubiese querido. Lamentablemente uno, como ser humano, comete errores, de algunos aprendes, te levantas y andas; otros son como tropezar una y otra vez con la misma pequeña piedra, hasta que le das la vuelta; sin embargo, hay unos que son incorregibles. De esos fue el mío.

Aún ahora recuerdo, como si fuera ayer, las grises calles de mi barrio, con grises niños corriendo de un lado al otro y un punto brillante, llenándo de color en el paisaje, mi Anthony, llamándome, sonriéndome de esa manera que solo él sabía hacer.

Conocí a mi Anthony cuando aún éramos unos chamacos mocos escurridos. En aquel entonces no habría forma de saber que el niño con los ojos demasiado grandes para su cara se convertiría en el motor de mi vida.

Yo era unos años más mayor que Anthony, pero vivir en el mismo barrio hace que generes las mejores amistades desde que empiezas a hablar. Anthony llegó al distrito de la misma forma que todos, padres inmigrantes en busca de una mejor calidad de vida. Él tenía ascendencia italiana, su madre era una mujer de cabellos rubio oscuro, con unos enormes ojos color chocolate, que ni la delgadez minimizaba su belleza. Su padre, un hombre de cabellos castaños y mandíbula cuadrada, de figura erguida y ojos inteligentes, trabajaba en una de las miles de fábricas que funcionaban en aquel tiempo. Era maquinista, un trabajo riesgoso pero relativamente bien remunerado.

No recuerdo cuando los Stark llegaron, o si ya vivían ahí antes de que yo naciera. Tampoco recuerdo al bebé Anthony, mi primera imagen de él es la de un niño de cinco años llorando hasta los mocos por haberse caído y raspado su rodilla. Yo como un buen mocito, tal cual decía mi madre, le ayude al pequeño a llegar a su casa. Bucky se rio mucho de mí al saber que tendría admirador, pues, desde ese día Anthony se dedicó a seguirme.

Al principio no me era muy gracioso, ya que iba detrás de mí todo el tiempo, y, los chicos, incitados por mi mejor amigo Bucky, se la pasaban de lo lindo a costa mía. Fue muy gracioso ver sus rostros al crecer, cuando Anthony se transformó en un hermoso doncel que solo tenía ojos para mí.

ANTHONYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora