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La vida de un joven esta llena de ideas, esperanzas y sueños que probablemente el 10% alcanza. Muchas veces dejamos de seguirlas por las siguientes y estúpidas razones, «me enamore abrí mis piernas y ya somos tres», cuando mucho si bien te va. El dinero no me alcanza ¡Maldita pobreza!. No existen oportunidades para nosotros los jóvenes.  Realmente ninguna de estas ni otras «razones» son exactamente por que nunca llegamos a ser tan exitosos, simple y sencillamente es porque nos hace falta tener valor y voluntad. Somos idiotas creemos que la vida nos tiene que dar todo pero hay que trabajar para ello.  Sí, eso pienso ahora que me encuentro acostada en el sofá viendo hacia el techo de madera vieja, cada detalle me hace recordar a mi abuela que por cierto no es de aquellas viejecitas dulces y tiernas que hornean galletas y te miman todo el tiempo. Más bien será aquella anciana endemoniada que te regaña por todo, odia a sus nietos y prefiere llamar a casa solo para preguntar por su hijo. Aunque también acepto que cuando llegaba de visita yo comía casi todas las mandarinas o manzanas que llevaba y ponía sobre la mesa. Será lo único bueno que recuerde de ella.  Maldito techo  ¿porque tienes que recordármela? 

Asombroso matiz de la noche y frío, que hace que se sienta como una de esas noches melancólicos que lo único que quieres es llorar sin saber ¿Por qué? Ni ¿Para que? . ¡Vaya!  Ahora si puedo escuchar atenta la serenata que los grillos «mis novios» me ofrecen cada noche, tan suave, tan especial, harmoniosa e inigualable sonido con el que declaran su amor.  Minutos y minutos de total felicidad. Hasta que los sonidos de la estresante ronquidos de mi padre se le ocurre cantar a mitad de serenata.  ¡Qué imprudente! Al fin y al cabo ya debería estar acostumbrada a ella. El sonido del reloj va de acuerdo con las ganas que tengo de cerrar mi ojos. Vaya madrugada de Marzo, que marcan las 3 AM las agujas de aquél  reloj viejo que aun funciona siento no haber podido seguir aquellos sueños que han quedado  estancados entre las piedras del río que los llevaba en fluidez.

¡Hola! ¿Mamá? ¡Mamá…! ¿Porqué estas llorando? – maldita sea ¿Porqué llora?- asiento mi mano sobre su hombro frágil, y la abrazo con fuerza, puedo sentir su tristeza y desesperación. Aquel cansancio profundo que a sus años ya empieza a pesarle. Se que todo esto le parece una pesadilla pero todo terminara pronto mamá. Coloco la jarilla al fuego de la desventurada estufa vieja y picada – hummm ¿Dónde habrá pan dulce?-  buscó en la alacena y encuentro nada. No hay nada de comer y ¿Porqué tengo hambre a esta hora? . Así recorre los meses hasta llegar a octubre. Con sus noches lluviosas que ameritan un buen cafecito o un chocolate caliente, quedarte sentado junto a la ventana viendo melancólicamente caer la lluvia. ¡Vaya que hace estragos!  Cada amanecer de mis días como estar vivo sin vida! Aún no encuentro el verdadero placer de lo que signifique o  por lo menos tener una idea. Las voces en la madrugada siguen siendo estresantes, aunque ahora ya no les ponga la atención de antes, pareciera como si una se quejara, la otra llorara, una se burla y por fin la que se  queda en silencio pero aun así logro escucharla ,«es perturbador»
El transcurso de el día ha sido aburrido, ya es medio día y es interesante pasar a un centro comercial sólo para distraerme. Es aquella sensación donde te encuentras intrigado y feliz ¡Acabo de encontrar un tesoro! El libro de Joyce Oaste  a unos tres metros debla vitrina -¡No idiota el de la izquierda!- vaya coordinación de mi cerebro, visión y movimiento. Entro a la tienda y lo compro satisfactoriamente aunque ahora me he quedado sin dinero para la semana, pero aún así es satisfactorio. «Malaya ser pobre».

EL CAMINO BAJO LOS CEREZOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora