KaiHo

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Es sábado por la mañana cuando Kim JunMyeon descubre a un joven Kim JongIn llorando silenciosamente frente a una tienda de animales. El muchacho está arrodillado, mirando a través de sus aguados ojos y del cristal del escaparate a unos pequeños gatitos que juegan a rodar sobre ellos mismos, enseñando sus redondas pancitas. Al lado de ellos, dos perritos de una curiosa y cara raza duermen pacíficamente.

JunMyeon podría no haberse dado cuenta de la situación, el chico podría haber sido cualquier joven normal viendo una tienda de animales –ignorando, por supuesto, el detalle que JunMyeon reconocería esa cabellera rubia en cualquier momento, pues era el mismo niño bonito que pasaba por delante de su trabajo todos los días–, pero sus hombros temblaban ligeramente y su cuerpo se sacudía suavemente en pequeños espasmos y al mayor le rompió el corazón.

— Esos gatitos son adorables. —Murmuró despacio, agachándose para quedar a la altura del chico, observando a los bonitos felinos—. Kim JunMyeon, encantado. —Dijo, empujando hacía él un pañuelo de papel.

— Kim JongIn. —Respondió el muchacho quedamente, tomando el pañuelo para limpiarse con rapidez las lágrimas en sus ojos, sonriéndole tímidamente—. Gracias.

— ¿No es un poco pronto para que un chico de instituto esté despierto un sábado?

— ¡Estoy en mi primer año de universidad! —JunMyeon arqueó una ceja ante la indignada mirada del chico, pero no dijo nada—. A mí solo... Me dan mucha lastima estas bolitas de pelo, colocadas ahí como objetos.

El muchacho chocó sus nudillos contra la cristalera, llamando la atención de los pequeños gatos, provocando en JunMyeon un sentimiento de ternura. El joven hizo todo lo posible por concentrarse en los graciosos animalitos, tratando de ignorar la profunda mirada del bonito chico que amablemente se había acercado a charlar con él. JongIn no era tímido, generalmente. Ni tampoco era un llorón, aunque a su amigo BaekHyun le encantase decir que sí. Él solo era un chico sensible avergonzado de encontrarse con un chico guapo en su momento de debilidad.

— Ah, JongInnie... A veces es mejor ahí que en una perrera, querido.

Y JunMyeon lo sabía bien, sobre todo por el hecho de que él era un veterinario. El chico no dijo nada, porque probablemente no compartía la opinión del mayor y de todos modos, él tampoco dijo nada más, sino que se encaminó dentro de la tienda con paso ligero, mientras JongIn dividía su atención en hacer caras graciosas a los gatitos de la parte derecha y los perritos de la izquierda. Cuando JunMyeon volvió a salir, había un pequeño gato entre sus brazos, una bola de pelo gris y rojo que dormía cómodamente apoyado contra su pecho. El chico carraspeó, atrayendo la atención del menor.

— ¿Uh? —JongIn levantó la vista y se puso de pie, sonriendo ante la imagen del bonito hyung con el adorable felino.

— Creo que, de todos modos, estará mejor contigo. —JunMyeon dijo, colocando con delicadeza al animalito sobre los brazos del menor, que soltó un jadeo sorprendido—. ¿No es así, JongIn?

JunMyeon estaba seguro de que Fantasma estaría mucho mejor con JongIn, aunque ese no había sido completamente el motivo sincero de que el mayor le regalase a ese gatito. No, nope. Puede que JunMyeon pensase en regalarle a Fantasma solo para tener una excusa para volver a ver a JongIn, de arrastrarlo a su consulta veterinaria, y tal vez, con un poco de suerte, a una cena. Y si era totalmente afortunado, tal vez también podría arrastrar a Kim JongIn y a su preciosa sonrisa a su vida.

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