SeHo

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Kim JunMyeon siempre se promete a si mismo dejar la mala vida los domingos por la mañana, cuando la resaca le taladra el cerebro y le despierta con un terrible sabor de boca.

Él lo promete y lo intenta. Aunque no con muchas ganas, porque el sábado siguiente a esas promesas, él regresa al mismo antro de siempre, con los mismos chicos de siempre y el mismo whisky en su sistema.

Ese día, cuando lleva ya la cuarta copa, decide que no es su culpa. ¡Por supuesto que no! No es él quien se arrastra todos los sábados a ese antro, no-pe. Es el hechizo de Oh SeHun, el alto, guapo e increíble camarero del local. No lleva uniforme, gracias a todos los dioses en los que él no cree, porque los uniformes son como una especie de fetiche oculto que a JunMyeon le vuelven totalmente loco. Pero aun así, el tipo se las arregla para verse estúpidamente atractivo, con jeans rotos y camisas siempre medio abiertas, mostrando su blanca piel y el inicio de un bien formado torso.

Odia lo ridículamente atraído que se siente por él, por sus manos huesudas y llenas de marcadas venas, por el tatuaje que sube por su brazo, por la masculina nuez de adán que sube y baja hipnotizándole, y por la sonrisa lobuna y depredadora que el tipo tiene. JunMyeon lo quiere, lo desea.

No es suficiente con los chicos que se acercan a él en el local y con los que eventualmente desaparece para darse rápidos y calientes revolcones, cuando regresa y SeHun le da una sola de sus miradas, es suficiente para que él esté duro de nuevo. Insatisfecho.

JunMyeon gime con frustración, mirando el bulto creciendo en sus pantalones. Mañana su resaca será terrible, porque es el sexto trago y las cosas no tienen la intención de mejorar.

— Has excedido tu límite por hoy. —SeHun le dice, su voz suena clara incluso a través de la música y los gritos. Cuando vuelve a hablarle, su voz es ronca, sensual—. No voy a volver a servirte.

JunMyeon arquea una ceja, haciendo tintinear el hielo de su vaso.

— No importa, el próximo tipo que quiera llevarme a la cama invitará a un par más.

El camarero gruñe, erizándole la piel de la nuca y haciendo que su polla se sacuda, ansiosa. Y por alguna extraña razón, tal vez sea la copa de más que lleva en las venas, se siente lo suficientemente valiente como para seguir hablando.

— A menos que, por supuesto, seas tú quien quiera llevarme a la cama. —Dice coquetamente, sonriendo inocentemente cuando ve la espalda de SeHun tensarse, recta como una flecha. Cuando el chico se da la vuelta, él está relamiéndose los labios, mirándole a través de sus oscuras pestañas. Y él lo ve en su mirada, haciéndolo jadear—. Lo quieres, ¿verdad, SeHun?

El chico toma una respiración temblorosa y JunMyeon gime sin descaro cuando las huesudas manos de SeHun se aprietan en puños. Él, maldita sea, quiere esas manos encima de su cuerpo, apretando partes que no sabe ni que existen y que esperan ser descubiertas por el alto camarero. Pero sobre todo, quiere el maldito bulto grande y duro que está formándose en los pantalones rasgados de SeHun.

Cuando se levanta, parece que el alcohol se ha esfumado de su sistema y las piernas le tiemblan solo debido a la excitación, que le nubla la vista también, pero eso no es suficiente para detenerlo. Conoce demasiado bien el local, lo suficiente como para saber que a su izquierda está la entrada a la barra y que si da un par de pasos más, estará dentro del almacén de las bebidas. JunMyeon sonríe con descaro cuando es SeHun el que le empuja dentro del pequeño espacio y cierra la puerta con llave.

— Entonces, ¿qué es lo que quieres? —Pregunta juguetonamente, sentándose encima de un viejo mueble, abriendo las piernas para que el camarero se coloque entre ellas, apretando sus muslos con sus grandes manos, haciéndolo suspirar.

— Pequeña tentación... —Protesta el muchacho, llevando una de sus manos al cabello de JunMyeon para tirar de él, obligándolo a levantar la vista y mirarle a los ojos. JunMyeon aún está sonriendo, pero su rostro está completamente colorado—. Te quiero a ti, bebé. 

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