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—¿Lo amas? —preguntó Christopher.

Es sábado por la tarde, hace pocas horas lograron comunicarse con Richard, pasaron un buen rato hablando y riendo hasta que tocaron el tema de Joel.

—No —Erick negó, como todas las veces que le preguntaban sobre Joel.

Zabdiel, Richard y Christopher cruzaron miradas y sonrieron al mismo tiempo que Richard se atrevió a decir:

—Sí lo amas.

Y de un segundo a otro dos de sus amigos reían y chocaban puños mientras el que se encontraban a través de la computadora aplaudía.

—¡Basta! —Erick exclamó molesto—. Lo quiera o no, de igual manera yo cumplo con mi trabajo.

—Nadie decide a quien amar, ¿Bien? —dijo Christopher usando un tono de voz suave—. Tú te enamoraste de tu presa.

Erick continuaba con la guardia baja. No se atrevía a mirarlo a los ojos, si lo hacía estaba seguro que iba a llorar. Estaba tan cansado de ser fuerte, cansado de fingir que las palabras de sus amigos no le afectaban.

—Sí —murmuró—, me enamoré de Joel. No sé qué hacer ¡Esto está mal!

Zabdiel negó con la cabeza, sus labios formaron una línea recta mientras su mano cayó en el hombro del joven. No iba a juzgarlo.

—Amar a un hombre no es pecado, Erick. Pecado es que estés jugando con sus sentimientos.

Erick lamió sus labios resecos. En silencio se levantó y se despidió.

Había quedado de verse con Joel en su casa. Está vez iría solo ya que su novio le había mencionado una sorpresa; una sonrisa adorno su rostro, pero ésta desapareció una vez que la angustia lleno su pecho. Pensó en el daño que le estaba haciendo a Joel y no habría tiempo para remordimientos. Tenía ganas de decirle todo a Joel, tal vez así podría salir de toda la tortura que lo carcomía.

Tal vez Joel lo entendería.

Si le contaba cómo eran las cosas y que de verdad lo ama podrían darse una verdadera oportunidad.

¿Por qué no ahora?

¿Por qué no hoy?

¿Por qué esperar?

¿Por qué siempre tenía que postergar sus sentimientos?

—Siempre me he guardado mis sentimientos —se dijo, a este paso era una costumbre hablar solo—. Las cicatrices y el dolor, pero Joel vale la pena. Joel es más importante. Joel vale más que cualquier trabajo.

Joel merecía saber la verdad.

Cruzó la calle tratando de ver a través de la niebla. Caminó hacia el auto de Christopher, pero cuando iba a sacar las llaves una fuerte presión rodeó su cuello y lo hizo caer.

Sus ojos se abrieron lentamente acostumbrándose a la intensa luz blanca. Sacudió su cabeza y trato de mover imposiblemente sus manos y pies. La desesperación lo envolvió al notar que sus muñecas y pies se encontraban atados, mentalmente trato de tranquilizarse y se esforzó para recordar qué lo trajo allí: Salió de su hotel, cruzó la calle y de repente estaba en una habitación fría.

Notó la presencia de dos personas, a medida que se acercaban su rostro palideció y su boca se abrió.

—¿Dime dónde estoy? —sentenció.

—Te dije que ya te quería lejos —respondió Melissa.

—Ya te dije lo haré. Ten paciencia.

—¿Crees que no los he visto? ¿Crees que soy tonta? —escupió—. Sé cómo lo miras, ¿Cuántas veces tengo que decirte que no tienes permitido tocarlo ni pensar en él? ¡Joel es mío, sólo mío!

—¡Tú misma lo perdiste! —gritó. Su tolerancia había llegado al límite. La mujer era imposible de comprender, ella venía un día diciéndole que quería ver a Joel sufrir y luego comete un secuestro y le dice que se aleje—. No es mi culpa que me prefiera mil veces a mí que a una loca.

Los ojos de Melissa se abrieron a un nivel completamente diferente de frialdad. Parecía estar mirando hacia distancias heladas como el Ártico o algún lugar desolado que ni siquiera podía imaginar.

—¡Estás enfermo Erick! ¡Enfermo, no puedes amar a otro hombre!

—¡Aquí la única enferma eres tú creyendo que tus estúpidas palabras me afectaran!

Y la palma de Melissa es estrelló contra su mejilla dejando un ardor insoportable en esa zona.

—¿Qué hago aquí? —Erick cerró los ojos.

Sin preguntas Melissa se alejó mientras un hombre que mantenía su rostro cubierto se aproximó.

—Voy a enseñarte que nadie se mete conmigo.

Aquel hombre se acercó con un objeto ardiendo entre sus manos. No lograba ver bien qué era, sólo sabía que era fuego o algo parecido. Cuando logró divisar bien el terror lleno sus ojos.

Era hierro caliente.

—¿Qué? —su voz tembló—, ¿Qué vas a hacer?

Al monstruo frente a él le brillaban los ojos, Erick dejó escapar un grito capaz de helar la sangre de cualquiera, cerró los ojos fuertemente cuando el hierro conectó con su piel. Sus gritos eran desgarradores, gritaba hasta sentir el ardor en sus cuerdas vocales, gritaba hasta cuando las lágrimas corrían con abundancia por sus mejillas, gritaba mientras en su cabeza se repetía cientos de veces la frase: Lo merezco.

Y eso fue lo único que supo.

No sabía cuántas horas estuvo inconsciente o cuánto tiempo llevaba tirado en una calle desconocida con las miradas curiosas de las pocas personas que transitaban por ahí. Por lo que veía estaba a una cierta distancia de su hogar y cubierto por la espesa niebla que oculta la mayor parte de las calles de Nueva York.

Se sentó en el pavimento, el dolor invadió su mano derecha cuando intento sacar la tierra de su rostro. Con dolor miró la parte inferior de su muñeca y tragó el nudo en su garganta.

Quiere llorar, pero no es capaz de demostrar ese tipo de debilidad ahora mismo. Los acontecimientos de horas atrás lo han llevado al anhelo de tener un día normal. Un día donde no tenga la preocupación que Melissa lo esté atormentando. Un día donde esté con Joel diciéndole cosas lindas que tanto necesitaba oír.

Sacó su teléfono que sorprendentemente seguía en su bolsillo. Cinco de la mañana, un mensaje parpadeaba en la pantalla de su celular.

"Amor, ¿Por qué no viniste? ¿Te encuentras bien?"

Volvió a guardar su teléfono. Miró nuevamente su muñeca, la perfecta letra M impregnada en su piel. ¿Será que debe ir donde Joel o hacerle caso a Melissa? Tal vez si se aleja el momento de decirle a Joel todo no sea tan terrible.

—No puedo —susurró—. No puedo hacerlo.

Joel merecía saber la verdad.

Pero lo cierto era que Joel nunca sabría todas las verdades de Erick. 

karma || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora