Capitulo 23 • ¿Estarás bien sin mí?

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Capítulo XXIII

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Mi auto decidió que hoy día quería cooperar, así que por primera vez en meses logré encenderlo al primer intento y estuve en la carretera hacia Kendall Square más rápido de lo que alguna vez estuve.

Ahora que el invierno había llegado y estábamos en medio de un frío infernal, la nieve cubría gran parte de la ciudad de Boston, y eso incluía mi departamento. La nieve solía gustarme, pero ahora no había nada de mágico o bonito en ella, solo parecía un color blanco sin sentido, y yo no podía sentirme más vacía... aunque mi estómago no estaba muy de acuerdo, porque él quería sentirse vacío también y devolver mi almuerzo. Dios sabía qué demonios había comido, pero sospechaba que entre el estrés y la comida a deshoras que había estado comiendo estos días tenían que ser.

Una de las ventanas de la sala se había abierto con el viento, así que ahora había rastros de nieve en la alfombra y el apartamento entero estaba congelado. Tuve que coger una frazada y medio hacerme bolita en el sofá para calentarme un poco.

Me pasé el resto de la tarde mirando las noticias, porque cualquier otra cosa podía interferir con mi estado de ánimo y hacerme sentir peor de lo que ya me sentía, y considerando que el amor era infaltable en las películas y series incluso de acción, no tenía exactamente muchas alternativas de donde elegir. 

Sí, las noticias estaban bien.

Y todo estaba relativamente bien, hasta que unas nauseas terribles me inundaron y tuve que salir corriendo hacia al baño. Devolví toda mi cena, almuerzo, y parte de mi desayuno en la primera ronda, en la segunda devolví el resto de desayuno que quedaba y luego seguí teniendo arcadas cuando ya no quedaba nada en mi estómago que vomitar. De alguna manera me las arreglé para coger el teléfono y marcar el número de Jenna, porque me sentía como si en cualquier momento fuera a desmayarme. 

Todo estaba dando vueltas y veía un poco borroso, así que en el primer intento fracasé y le marqué a mi abuela. Alcancé a cortar antes de que ella contestara y esta vez le marqué bien a Jenna.

—Hola, ________.

—¿Jenna? —mi voz sonaba irreconocible y sin fuerzas.

—¿Estás bien? —ella enseguida se preocupó—. Suenas horrible.

—¿Hay alguna posibilidad de que puedas venir? No me estoy sintiendo nada bien y no tengo a quien más llamar.

—Estaré en tu casa en diez minutos. Estoy tomando mis llaves ahora y saliendo de mi casa. ¿Qué sucede? —el cambio de sonido fue obvio cuando ella salió y el ruido de las bocinas y las frenadas de auto se empezaron a escuchar a través de la llamada. Parpadeé varias veces e intenté enfocar mi vista en algo, porque mis párpados se sentían tan pesados que apenas si podía mantenerlos abiertos.

—No... no lo sé, me he sentido mal toda la mañana —encontré mis fuerzas para hablar—... pero ahora me siento como si la rueda de un camión estuviera aplastándome el estómago, y ya devolví toda la comida del día.

—Puede que quizás solo hayas comido algo que te sentó mal —el sonido del motor del auto de Jenna se hizo presente y luego las bocinas y frenadas se hicieron más coherentes.

—Sí, supongo que es solo eso pero... Dios, ya vomité mi comida y parte de mis tripas, ¿por qué demonios sigo teniendo arcadas? Y Dios... estoy tan mareada.

—Si es demasiado tienes que llamar a una ambulancia. Déjame...

—No, Jenna. Está bien, no puede ser tan malo. Los hospitales y clínicas tienen cosas más importantes que hacer.

La Preferida del Jefe✵|j.b|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora