Capítulo 8

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Aquellas caricias sobre lo suave de mis mejillas y sus labios añorándolas gracias a lo cálida que puedan llegar a ser, fue una maravilla

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Aquellas caricias sobre lo suave de mis mejillas y sus labios añorándolas gracias a lo cálida que puedan llegar a ser, fue una maravilla. Lograrían pasar los días y noches, y los recuerdos llegarían a mi cabeza en cuestión de segundos para hipnotizarme como hace minutos atrás. Estoy fundiéndome en una burbuja muy débil, entre emociones frágiles de quebrantar. Me da mucho pavor que me encuentro atada de manos, sin saber el momento inoportuno en que esto se rompa en un segundo. Nada está resultando calmado, estoy completamente hiperventilada; mis nervios están por doquier y siento mis pómulos arder, como si estuviéramos en plena época veraniega.

Subí con toda esa sensación a la segunda planta. Ya en el baño, apoyé ambas manos en las paredes del lavamanos y subí la vista para dejarla en esa chica tan anormal que se trasparenta por el espejo; sus mejillas están de un color rosa fuerte, hipnotizando todo a su paso. Su pecho desenfrenado que no deja de parar y sus ojos marrones se tornan más oscuros de lo normal.

—¿Que te sucede? —Me susurré a mí misma mientras golpeaba mis pómulos.

Abrí la llave y empapé mi cara con agua, disminuyendo el calor que emanaba de ella. No comprendo mi cuerpo, me resultaba tan extraño. Aquella chica experimentando situaciones anormales en su tan cotidiana vida, era un cambio realmente importante, pero él logró eso en mí. Derek, es el culpable de que vea el mundo que me rodea, con otra perspectiva y debo admitir que me encariña saberlo. Son pensamientos tan filosóficos, aunque llenos de pensamientos tan anecdóticos, tanto así que me absorben. Puedo hasta con la simpleza de la vida, calcar esa sonrisa idiotizada que reflejo apenas me recuesto en mi cama y cierro mis ojos.

***

Tal cual como un estruendo en plena tormenta me despertaron los platos de la primera planta, mi cuerpo y alma dieron un sobresalto en la cama a punto de infarto y al instante caí en la cuenta de que me había quedado completamente dormida. Mis pulmones trabajaron a fondo, ¡Joder! Recordé el trabajo de ciencias de la profesora. Vi mis persianas abiertas, mostrando un cielo estrellado ante mis ojos, ¡Le he olvidado! Busqué mis tenis desesperadamente y bajé las escaleras como alma que se lleva el diablo. Crucé el umbral de la cocina y vi a mamá con la esponja en la vasija, apenas se percató de mi presencia prácticamente grité.

—¡Mamá! —Chillé con cierto temor en mi voz y ella se tensó por segundos—. ¿No han tocado el timbre?

—Hija, me asustaste. No deberías gritar de esa manera —Suspiró al remover sus manos con fervor, incluso bastó para que unas cuantas gotas cayeran sobre mi—. No, no han tocado el timbre ¡Oye! ¿No que hoy viene tu compañero de clases?

—Sí —Afirmé con la mirada baja—, es por eso la curiosidad, pero puede ser que lo haya olvidado.

—Pero puede que no y si ese es el caso, preparé mi receta favorita para que se quedé a cenar. Aunque no le digas a tu padre que se coloca celoso.

Reí levemente y ascendí el mentón.

—Si es que llega, no creo que se quede a cenar —Mascullé al sacar una manzana del frutero.

Si las luces se apagaran ( disponible solo hasta el 18 de marzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora