Capítulo 16

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En el momento en que el agua se drenaba por mis narices, percibí como mi alma se desprendía de mi cuerpo mientras escuchaba gritos desde la distancia

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En el momento en que el agua se drenaba por mis narices, percibí como mi alma se desprendía de mi cuerpo mientras escuchaba gritos desde la distancia... De pronto, no llegué a sentir nada, todo se volvió tan oscuro y tenebroso que creí volver a la penumbra que fue mi amiga por tres años. Me sumí en un profundo sueño, pensando que no volvería a despertar, pero sin previo aviso, el cálido tacto de unos labios sobre los míos hizo que mi cuerpo volviera a tener vitalidad. Y aquellos gritos que sonaban como ecos a la distancia, resonaron con más fuerza entre mis oídos.

«¡Vamos, despierta!» Gritó.

De pronto me sentí ahogada y sin respiración. Abrí mis ojos asfixiada y sin ver lo que me rodeaba, comencé a toser con gran urgencia mientras botaba el agua que se había quedado en mis conductos de respiración. Pasaron varios minutos para que mis pulmones volvieran a la normalidad y comencé a carraspear con menor prisa. Aunque, los recuerdos llegaron como miles de imágenes borrosas que habían quebrantado todo. Lloré en ese mismo lugar, sin ver nada. Cerraba mis ojos y comprendía que todo sería más doloroso. Todo esto me atormentaría por un tiempo o quizás, si era más débil, sería para siempre.

Mis lagrimas caían como cascadas que no tenían la intención de detenerse. Me aferré con gran miedo a mis piernas, abrazándolas. Tengo frio, estoy empapada de pies a cabeza en pleno invierno. Mi mentón no para de tiritar y mi piel se erizó con solo sentir la fría brisa de una noche oscura. Luego, lo que parecía ser una noche turbia y desalentadora, un solo gesto hizo que todo cambiara. Fue cuando sus brazos cálidos se familiarizaron con mi soledad y ese perfume tan encantador sucumbió entre mis narices. Dos tan comunes razones en mi vida, para darme cuenta de que la persona que amo es la que está junto a mí, aferrándose a mi soledad. Resguardándome sin temor.

—G-gracias —Susurré con la voz quebrada.

Mi cabeza aún se sentía mareada por la cosa que habían metido por mi garganta.

—Siempre para ti, lucecita —Sentí como depositó un beso en mi cabello mientras lo acariciaba—. Te estas congelando, te sacaré de aquí.

—Ya no puedo más —Le confesé llorando a cantaros.

—Prometo que desde mañana todo cambiara —Confiesa al levantarme del suelo y yo me aferro aún más a su pecho, intentando creer que su cercanía es mi único respaldo en este mundo.

Dejé que mis sollozos silenciosos fueran el único consuelo que tuviera después de ese episodio tan traumático con esa chica. Ya no era capaz de pronunciar un nombre que solo fue capaz de causarme un sufrimiento. Los acontecimientos anteriormente me erizaban la piel de miedo y su cara fue lo primero que llegó a mi mente.

La forma tan ilusa con la que creí formar una amistad, la manera tan despiadada con la que se acercaba a mí y el modo tan inusual que me hizo empujar al vacío. Eso ni siquiera llegó a mi mente cuando mi vida se sumía en pesadillas. Fue lo más retorcido y avaro que me golpeó sin poder defenderme.

Si las luces se apagaran ( disponible solo hasta el 18 de marzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora