Distancia

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~*~

Esta distancia es mi peor tortura.

No soy capaz ni de explicarme a mí mismo mi desesperación por tu cercanía. No entiendo la ansiedad que embarga cada segundo a mi ser, ese temblor en mi cuerpo que añora un simple tacto, un roce, mínimamente una mirada. ¿Cómo explicarme? ¿Cómo describirlo? Un vacío imposible de llenar, indetenible en su crecimiento veloz y agónico.

Te he visto de lejos y mis pies me llevan a ti. Hoy otra vez dirijo mi andar hacia tu persona, a sabiendas de que obtendré un resultado igual al de ayer, al de antes de ayer, al de antes de ese día, al de hace una semana, al de hace meses... al de hace años. Jugueteando con mis dedos me aproximo, cada paso como caminar sobre agujas que se clavan sobre mis plantas, perforando, infligiendo daño. A pesar de que me repito que debo detenerme no lo hago, no me hago caso. Me escuchaste, giraste sobre tu lugar para verme. Un ahogo se atora en mi garganta inexistente, manteniendo cautiva mi voz.

―¿Qué haces aquí?

No tengo respuesta a tu pregunta. No tengo una forma de excusarme, pues no tengo idea de qué hago aquí, ni de por qué no me voy. Te sostengo la mirada por segundos, perdiéndome en sus colores, en su frialdad, en su desprecio. Ahora me asfixio, viéndote, procesando tu gesto irritado y cómo lentamente te marchas, dejándome allí de pie. Un quejido sale de mi boca, tratando de recuperar el aliento que me hace falta. Mis piernas se debilitan y caigo por mi propio peso. El temblor me cubre por completo, sin coordinar ningún miembro de mi cuerpo me cuestiono. ¿Por qué? ¿Por qué quiero acercarme? ¿Por qué no puedo respirar? ¿Por qué este vacío? Demasiadas preguntas para mi gusto, así que me limito a recuperar mis fuerzas.

El pasar de los años ha vuelto insoportable este decaimiento que percibo en mi ser desde tiempo inmemorable. He deseado desde siempre tu contacto, una sencilla palmada, un simple gesto distinto al que siempre he visto en ti para conmigo. Mis entrañas ficticias se retuercen, agobiándome, aunando en este resquemor creciente y perpetuo. He deseado encontrar una forma de aliviar esta ansiedad, pero nada ubico a solución de mis problemas. Sólo encuentro profunda decepción y desesperación en acumulación que lentamente me enloquece.

Esta distancia es un tormento que vive conmigo, que no me suelta. Buscando tu figura contra mi voluntad, sin falta. Sé que no debo ir, porque no es de tu gusto. Odias verme aproximarme, tu rostro se desfigura en repulsión al percibirme. Nunca he sido bienvenido, lo sé perfectamente. Sin embargo, lo intento. Desprecias lo que soy, y mi desesperación me obligó a cambiar ello. Me renuevo, me adapto, hago de mí un nuevo ser que pueda acercarse a ti.

Mi meta inalcanzable, mi añoranza más profunda.

Es esta terquedad una nueva forma de auto-castigo, porque nada funciona.

―¿Tú otra vez, abominación? ¡Entiéndelo! ¡Te odio! ¡Te odio como no tienes idea!

Sí, soy yo otra vez. Y lo entiendo, entiendo bien que lo haces. Lo que no comprendo es el porqué. Me odias y desconozco tus motivos. He cambiado, he hecho todo, pero por más que lo intento no parece funcionar. Aunque, aun así, no puedo detener mis pasos, tratando de cortar la distancia. Sólo son un par de metros, pero a cada paso que doy tú te alejas. El temblor reaparece, y esa angustia y vacío resurge, apropiándose lentamente de mí, cubriéndome, controlándome. Mi vida no es la misma de antes, cuando aún eras capaz de tolerarme.

¿He llegado a ser tan fastidioso? Cambiaré ello, lo haré.

Ahora vivo sólo por acercarme, para perseguir aquello que ya no considero capricho, sino algo más profundo: un deseo arraigado en mi ser. Mi existencia se enfoca en el único propósito de estar cerca de ti, de que aceptes mi presencia. Preso de un poder que me guía en tu camino, víctima de un magnetismo despiadado, tal cual miles de hilos que me jalan contra mis propias fuerzas.

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