El príncipe tardó en volver

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Despierto al príncipe con un beso. Él entreabre los ojos y sonríe.

—Otra vez te pasaste a mi cama —murmura—. ¿Tuviste una pesadilla?

—Tenía frío —respondo, aunque la respuesta más exacta sería: "Quería estar contigo"

Él, sentándose sobre la cama, se despereza e intenta arroparme.

—Aún es temprano, debes quedarte durmiendo un rato más.

Pero yo no quiero regresar a la cama sino hasta después de salir a despedirle.

Corro hacia el cuarto de baño  y lo dejo listo para que él tome una ducha.

—Gracias —dice palmeándome la cabeza antes de entrar.

Yo me quedo deambulando afuera, hasta que lo recuerdo:

— ¡El desayuno!

Bajo las escaleras rápidamente y poniéndome en puntillas de pies alcanzo a sacar un tarro de leche del armario de la cocina. Pongo agua a hervir en una tetera y saco el pan que dejamos ayer en la alacena.

Cuando la tetera empieza a silbar la apago y subo bastante puntual, justo cuando él sale de la ducha con la bata de baño puesta y una toalla en el cuello en dirección a su cuarto.

Siempre llego antes que él.

Le voy dando su ropa conforme se va vistiendo: primero los pantalones, luego camisa, la corbata, las medias y por último los zapatos. Sé que si hago esto puedo ahorrarle unos dos minutos entre el tener que descolgar la ropa y voltearla por el lado derecho (el príncipe siempre voltea la ropa al revés cuando se la saca).

Él me recompensa con una buena ración de cosquillitas con lo cual perdemos los dos minutos que habíamos ganado.

Mientras se peina, yo sirvo el desayuno para ambos.

El príncipe baja las escaleras, reluciente, y se alegra de encontrar todo ya listo.

—Haces que me sienta como un esclavista —se queja y luego agrega sonriendo mientras unta con mantequilla un pan—: Creo que empezaré a pagarte por hacer esto todos los días.

Después de cepillarse los dientes, coge su mochila y se la cuelga al hombro con un aire muy fresco verdaderamente genial.

Le abro la puerta y él sale. Da unos pasos hasta que recuerda que no se había despedido de mí. Regresa y me da un beso.

— ¿Volverás? — pregunto como todos los días poniéndome de puntillas y abrazándole.

—Claro que sí. —me da otro beso—. ¿Acaso alguna vez no he vuelto? —se endereza—. Ahora regresa a dormir.

— ¿Puedo dormir en tu cama?

Sonríe entrecerrando los ojos con dulzura y responde:

—Todas las veces que quieras.

Luego, sigue su camino. Yo, mirando por la ventana, le sigo con la mirada hasta que desaparece al doblar una esquina.

Me arropo en su cama y sueño cosas bonitas.

Quiero que él vuelva pronto a casa, muy pronto.

A las ocho de la mañana me despiertan unos ruidos en la cocina. La señora que los reyes contrataron para que cocine y asee la casa ya ha llegado.

Los reyes a veces se ausentan por largos periodos y van de un lado a otro atendiendo asuntos de su reino privado que es ellos mismos.

Después de saludar a la señora me siento a la mesa con el viejo libro ilustrado.

—"B" gr...an...grande n...o es lo mismo q...que "V" chica —leo en voz alta.

Para despistar a mi impaciencia ayudo a la cocinera a secar los platos y también me pongo a estudiar la conducta de los peces que viven en la pecera, es una lástima que todos los días hagan lo mismo.

Las nueve, las diez, las once, las doce, el día se demora en pasar y yo no me canso de esperarle.

Cuando llega la una siento más nervios que nunca: ¡Él ya está por llegar!

Me siento en un banquito en el vestíbulo mirando hacia la calle por la ventana y agito los brazos y piernas con impaciencia, listo para recibirle.

¿Cómo será hoy? ¿Me traerá alguna cosa rica de la calle? ¿Quizás una galleta o a lo mejor una empanada? ¿Estará lleno de trabajos de la escuela para presentar mañana? ¿Le habrá ido bien? Seguro que eso sí, él es un príncipe genial así que no me imagino que alguien pueda hacerle daño... ¡A lo peor trae visitas! No es que no me gusten las visitas, pero prefiero que pasemos nuestro tiempo solos.

Las dos y él todavía no llega.

¿Por qué tarda tanto? Eso no es usual en él, pero quizás se retrasó por el camino o quizás hizo un desvío para comprar algo. Cuando regrese, fingiré que me he enojado para que escarmiente...

—La comida ya está fría. —dice la señora cocinera—. Será mejor que comas de una vez por todas.

—Yo quiero esperar.

Las tres.

Hace rato que estoy mirando por la ventana, pero, no hay rastro suyo, ni indicio alguno de que esté por llegar.

La señora se va a la hora de siempre, no sin antes decirme:

—Quizás tuvo algo urgente que hacer. —dice—. Anda, distráete haciendo algo. No por mucho madrugar se amanece más temprano.

—Yo quiero esperar.

Las cuatro...

Las cinco...

Las seis...

¡¿Dónde está?!

Afuera ya está empezando a oscurecer, los escolares del turno tarde se van a sus casas y el príncipe aún no llega.

Definitivamente le ha pasado algo malo. Él no me dejaría solo sin motivo alguno, no me haría esperar tanto sin antes avisarme.

Él es un príncipe hermoso y genial ¿Lo habrán raptado? ¿Alguna loca princesa enamorada me lo habrá robado? ¿Habrá sucumbido frente a algún envidioso advenedizo?

Las siete.

Afuera está lloviendo. Sin pensarlo más, cojo mi impermeable y el suyo, me pongo mis botitas para lluvia y corro hacia la puerta para salir a buscarle.

¡No debo llorar! ¡Debo ser fuerte! ¡Debo encontrarle!

—Pero ¿A dónde te ibas? —me pregunta él extrañado cuando yo abro la puerta y le encuentro al otro lado, con un paraguas y la llave en mano, listo para entrar.

Estallo en llanto y lanzándome a sus brazos le cuento todo.

—Lo siento —se disculpa arrepentido una vez que ha cerrado la puerta—. Tuve que ir a un trabajo grupal en casa de un amigo... ¡Ah, y él fue quien me prestó el paraguas!... ¿Acaso no te lo dije ayer, tontito? ¿No te dije que hoy volvería tarde?... ¡Oh! ¡Creo que se me olvidó!...Lo siento tanto...

—Tonto.

—Perdóname.

El príncipe, sentándose en el suelo, me abraza y me da muchos besos y cosquillitas.

— ¿Cómo podría compensarte? —Me pregunta apenado— ¡Ah, tengo una idea! ¿Qué te parece si te llevo a pasear al centro el sábado?...O quizás al parque de diversiones...o a dónde tú digas, corazón.

—Lo pensaré —respondo.

Pero yo ya sé mi respuesta. No quiero ir al centro o al parque de diversiones. Lo único que quiero es que esté a mi lado, que pasemos juntos todo el día, todos los días, para siempre.

El rey y la reina...digo: papá y mamá, están lejos, pero, mi hermano mayor, el príncipe, se ha quedado conmigo para cuidarme. Seré muy feliz mientras estemos juntos.

¡Porque algún día yo quiero convertirme en un príncipe cómo él!

El príncipe tardó en volverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora