❛no es sólo atracción ❜┇Ｎａｌｕ

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Tenía doce años cuando viví de acoso.

Desde el día que entré a ese salón sabía como me tratarían.

Sus miradas, demostraban desprecio y asco, y yo, me sentía como una basura entre ellos.

No era bonita, lo admito. Tenía sobrepeso y mi cara estaba repleta de granos; pero eso no era razón para maltratarme como ellos lo hicieron.

No eran todos, algunos simplemente me miraban con pena y callaban.

Está bien.

Ellos no podían hacer nada contra gente tan poderosa. Ni siquiera los profesores o el mismo director del colegio.

—Bien Lucy, puedes presentarte —. Con nervios había dado un paso al frente.

—Soy Lucy Heartfilia, un gusto —. Sonreí con nervios, o eso había tratado. Ellos no parecían estar a gusto con mi sonrisa.

—Bien, puedes sentarte donde quieras —. Sonreí nerviosa y me senté al lado de una niña cabello castaño.
Su rostro expresaba asco y burla. Me tense.

Ella era bonita. Cabello fino y sedoso. Una figura esbelta. Y una tez blanca y suave. Cana Alberona.
Era la hija de Gildarts Clive, un empresario multimillonario de Crocus. No le gustaba para nada que tocaran a su hijita mimada.

Quise hablar, pero ella escupió mi rostro y se volteó para no verme.
Me limpie el rostro con tristeza.

Toda esa clase me estuvo molestando. No recuerdo como había echo para no llorar en ese momento. Pero aunque no lo hiciera, era débil, por dentro lo sabía.

Al terminar esa clase, me fui directo al comedor. Tenía hambre.
Me coloqué en la fila.

—Oye tú debes se Lucy, ¿Cierto? —. La primera persona en dirigirme la palabra fue Erza Scarlet. Siempre la consideraré como una amiga.

—S-sí —. Sonreí nerviosa.

—Un gusto, soy Erza —. Estrechamos nuestras manos.

La fila siguió avanzando hasta que llegó mi turno. Iba a pedir mi comida cuando una chica de cabellos azules y ondulados se metió delante mío.

Juvia Lockser. De ojos azules; una tez blanca; pelo azul.
Padres adinerados y ricos.

—Disculpa, estaba primero —. Murmuré bajo.

—¿Dijiste algo, gorda? —. Un nudo se formo en mi garganta. Erza bajó la mirada con tristeza y lástima.

Ella también era débil. Ella lo entendía.

—Dije que estaba primero —. Levanté un poco más mi voz, pero aún no era tan audible.

—¿Y eso qué me importa? Espera de vuelta. Además, en vez de comer, ¿por qué no haces una dieta? Te vendría muy bien, gorda —. Comenzó a reírse como una loca desquiciada y me empujó, provocando que cayera al suelo. Tomó comida de su bandeja y me la arrojó, escupió sobre mí con una mueca asqueada.

—¡Lucy! ¡¿Estás bien?! —. Erza vino corriendo hacia mí con intenciones de ayudarme.

—¿Y tú qué, tomate asqueroso? —. Erza la ignoró y me dio su mano para que me levantara.

—¡Te hice una pregunta maldito tomate! —. Juvia la empujó y tropezamos juntas.

Los que no eran molestados se limitaban a sonreír maliciosamente.
Los que sufrían de acoso cómo nosotras, bajaban la mirada apenados.
Nosotras eramos el nuevo centro de atención.