Lupin en luna llena

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Sabido era, que Sirius Black y Severus Snape tenían una estable relación de repulsión mutua; en uno de sus tantos altercados, Sirius le dio una pista a Severus con respecto a lo que podría resolver el misterio de las constantes desapariciones del afamado grupo de los Merodeadores durante la noche. Sobre todo, la incertidumbre de que el prefecto Remus Lupin, siempre estuviera indispuesto durante los días correspondientes a luna llena.

Días después de la "pequeña pista" que Sirius Black le había otorgado, el día que correspondía a luna llena llegó.

Previo a esa noche, Severus Snape había estado alerta a cualquier movimiento sospechoso que pudiera hacer Black a lo largo del día; casi cuidándose las espaldas. Pero hasta entrada la noche, todo había concurrido con exagerada normalidad.

¿Debería preocuparse?

Obvio que sí. Pero la curiosidad le podía más que cualquier vocecita de cordura en su escrupulosa mente.

Así que cuando el cenit de la luna fue alcanzado, Severus se vio corriendo por los dominios del Sauce Boxeador. ¡Ja! La pequeña pista del troll de Black era exageradamente simple, casi hasta se ofendió por la simpleza con la que el león lo estaba midiendo.

"Irás por aquel árbol que honra tener vida propia... " fueron parte de las palabras de Black.

Ahora lo difícil era evadir a ese Sauce con complejos de deportista. Solo que aún intentaba encontrar a qué se refería Sirius con el "por" de su pista; a simple vista parecía no haber ningún túnel o pasaje secreto...

Snape se aproximó más al árbol, instándolo a moverse. ¡Y sí que era muy difícil esquivarlo!

Pero valió la pena, entre tanto ajetreo y rodada, pudo distinguir una gran hendidura bastante resguardada por las raíces del Sauce.

«¡Bingo!»

Lanzó un par de hechizos hacia las ramas que estaban a punto de golpearlo y con un ágil movimiento, se introdujo en la hendidura profunda de la base; rodó cuesta abajo por una especie de rampa de tierra y piedras hasta detenerse en la firmeza del principio de un túnel sombrío.

Lumos.

Severus decidió seguir por donde el túnel conducía, tenía el alma escapándosele del cuerpo por lo emocionado e impaciente que estaba. Snape era un chico curioso, eso nadie lo podía negar, y esa misma naturaleza era la que le clamaba que apresurara sus pies.

Fue una larga caminata hasta que por fin llegó hacia la salida del túnel, una tenue luz azulina le daba la bienvenida hacia el inadvertido lugar.

El sendero lo condujo hasta una habitación destartalada y por la apariencia, vieja. Las paredes tenían rasgaduras profundas por lados arbitrarios; asimismo, el olor a polvo y madera atiborraba cada rincón de las fosas nasales de Severus. Empero, todo eso pasó a segundo plano cuando escuchó gruñidos bajos en la planta superior.

Snape se aventuró por los distintos pasillos desgastados de la casa, buscando el emisor de aquellos agonizantes gemidos. Encontró una escalera rota en algunos escalones, pero suficientes como para subir al siguiente nivel.

Casi con los pies en puntitas, el Slytherin vivió cada pisada hacia arriba, impulsándose con una delicadeza digna de una prima ballerina, nunca pensó que agradecería la delgadísima contextura que su madre le heredó. Fue así como llegó al segundo piso con éxito y aparentemente sin llamar la atención, pues los quejidos seguían intactos.

Nox —susurró con un hilo de voz.

Unos cuantos pasos más le faltaron para asomarse por la primera habitación sin puerta que estaba disponible; allí, acurrucado y sacudiéndose, había alguien que se abrazaba a sí mismo, como si se estuviera consolando en la penumbra de los rayos de la luna que alumbraba la habitación por medio de una vieja y sucia ventana.

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