Ese periodo de tiempo... solo era uno de los peores momentos que había vivido, me pasaba el día entero mirando por la ventana de la habitación, preguntándome, lamentándome, reprendiéndome... No entendía porque debía seguir con vida. No lograba comprender porque no había muerto, porque no pude descansar, porque no pude irme, porque tenía que seguir con la misma mierda de siempre. Ni siquiera servía para acabar con mi vida, ¿qué razón tenía seguir viviendo?
Todas las mañanas eran el mismo ritual, despertarme, lamentarme por ello, quitarme los cables de encima, pelear con las enfermeras y pasarme el día mirando por aquella ventana o vagando por los pasillos del hospital.
Aquella mañana hacía más frio de lo normal; el otoño ya estaba por entrar. La bata que llevaba no era lo suficientemente gruesa como para aislarme del frio, y por lo que se podría ver, aún no era temporada de encender la calefacción en el hospital.
Me acomodé en el banco que había justo delante de la ventana, de tal forma que mi espalda descansara en la pared, cerré los ojos y cogí todo el aire que pude, todo el que sentía que me faltaba diariamente. Me abracé a mi misma, y comencé a sobarme un poco ambos brazos, para poder coger algo de calor. Escuché unas voces quedas por el pasillo, algunos pasos, y un leve olor a café que inundó mis fosas nasales. Comencé a mirar por la ventana, y, por casualidad, vi a la niña de cada día, estaba esperando a que el semáforo se pusiera en verde para poder cruzar y no llegar tarde al colegio; miré el reloj de una torre algo alejada, apenas eran las siete y media, hoy llegaría con tiempo. No entendía por qué sus padres no la llevaban al colegio, siempre me preguntaba que clase de vida llevaría, si sería feliz, si tendría una familia que la quisiera, o si tendría a todos sus seres queridos aún con vida. Por lo general, solía ir bastante sonriente a la escuela, con una fiambrera transparente, con buena comida y una carta de su padre o su madre pegada encima de la tapa, así que, intentaba apagar mi lado pesimista, y pensar que aquella niña era feliz.
Dado que no tenía nada mejor que hacer, me había dado tiempo de analizar a la gente que solía pasar por aquel lado de la calle, y, ya me acordaba de casi todos, a aquella niña le había puesto el nombre de Lucy. También estaba Bernad, aquel ejecutivo, que estaba cansado de la vida y que no hacía más que discutir siempre con alguien por el teléfono. Había una parejita, los miss sunshine, unos empalagosos de primera, siempre iban demasiado juntos y pegados, no entendía como lograban caminar tres pasos sin caerse. Había muchos otros más, pero me llamaba la atención aquella persona del parque; siempre vestía de gris, no hacía nada, se sentaba en un banco, en ocasiones daba vueltas; pero nunca esperaba a nadie, llamaba por teléfono de vez en cuando, pero cuando lo hacía, eran conversaciones muy breves, marcaba, decía unas cuantas palabras, y, después, colgaba. Me parecía muy raro, no paraba de mirarlo, no podía, quería saber quién era, creía que podría ser un hombre, pero no lo tenía nada seguro, en ocasiones pensaba que, fuera quien fuera, se hacía el tonto, era imposible no levantar la vista y ver claramente que una persona te estaba mirando durante tanto rato, eso forma parte de nuestro instinto. Llegué a pensar que, incluso, evitaba mirar hacia la parte del hospital donde yo estaba, más concretamente hacía mi habitación.
Desde luego, el estar tanto tiempo encerrada en ese hospital, no me estaba haciendo ningún bien, decidí apartar la mirada cuando sacó el teléfono de su bolsillo izquierdo, y marcó rápidamente, agudicé la vista, para ver si podía leer sus labios. Esperé unos instantes en silencio, hasta me imaginaba los tonos de espera. Pero, justo entonces, alguien dejó un café en el banco de la ventana, a mi derecha. Miré hacía ese lado, el café estaba dentro de un termo de Doctor Who, así que, suponía que era Fredd. Cogí el café humeante con ambas manos, y el calor no tardó en transmitirse de la taza a mi piel. Me puso una manta por la espalda y se sentó junto a mí en el banco.
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Desde el otro lado
General FictionAmover: Eliminar, destruir. Nada es lo que parece. Todos los secretos salen a la luz. Y, en ocasiones, hay demasiada luz para un solo secreto. Como el que sabe que quema y pone la mano, como el que ama la lluvia y se esconde de ella. Kassia, con su...