El pelo totalmente revuelto con los rizos para cualquier lado, una remera blanca rota y medio sucia, un jean negro que probablemente había lavado dos veces desde que lo compró y unas botas marrones con el cuero ya desgastado y el color diferente al que tenía al ser nuevas.
Despreocupado, feliz y un imbécil; ese era Harry Styles.
No es que le faltase dinero, ni un lavarropas, simplemente Harry le tomaba un gran sentimiento a determinadas prendas de ropa y se sentía culpable de no usarlas seguido. Y el hecho de que en cuanto llegaba a casa, tiraba su ropa por ahí y dormía hasta el otro día, hacía imposible que él la lavara para ponersela el día siguiente.
Entonces, Harry usaba la ropa sucia y roñosa sólo por sentimientos.
Él iba camino a tomar su café de todos los días, a aquella pequeña cafetería color verde que él tanto quería, cuando recordó que olvidaba su celular.
Harry siempre olvida su celular. Pero nunca olvidaba el no olvidarselo.
Cuando el rizado volvía por esa cuadra hasta su departamento, en busca del maldito celular, él se encontraría con el gracioso chico que Harry tanto admiraba.
Louis es un trajeado chico de, probablemente, más de veinticinco años. Con el pelo algo largo y despeinado. Harry nunca había podido ver el color de sus ojos detenidamente, pero suponía que eran un color claro. Pero lo que él si había notado -al igual que todo aquel que ha visto al castaño alguna vez- es su graciosa y hermosa personalidad. Con esas corbatas de colores extravagantes, con caricaturas o algunas veces algún cuadro famoso plasmado en ellas. Con esa manía a sonreírle a extraños, cantar por las calles y hasta, una vez que otra, bailar.
El chico definitivamente no pasaba desapercibido.
Harry había visto más de una vez como el castaño le regalaba dulces a niños y niñitas llorones en la calle. Harry amaba ver a ese chico, con esa felicidad irradiándole.
Así que Harry diariamente recordaba el olvidarse su celular en casa para tener una excusa perfecta de volver a por él y cruzarse a Louis por el camino.
Harry simplemente podría salir más tarde de su casa para así encontrarse a Louis cuando éste salía de la florería de al lado de su casa, pero prefería la rutina de buscar el celular. Por loco y tonto que suene. Él tampoco sabía bien porqué Louis salía de aquella florería todos los días a la misma hora, pero así estaba bien y él no quería cambiar nada.
Nunca salía con flores y eso era extraño.
El rizado todos los días antes de dormir se decía a si mismo que al día siguiente le hablaría a Louis. Armaba distintos escenarios en su mente, distintas formas de comenzar una conversación, pero él simplemente terminaba por quedarse dormido en el medio de fantasías y situación de las que Harry nunca sería capaz.
La noche anterior había soñado con una situación. Es que dormirse pensando en algo a veces te hace llevar ese tema a tus sueños:
Harry saliendo de su casa con una camisa negra, nueva y limpia. Un jean azul y no tenía ningún agujero. Botas negras y con el color impecable. Y, lo que le dio aún más la certeza de que eso era un sueño, fue su cabello limpio y peinado hacia atrás. A lo rockabilly. Con los rulos cayendo hacia atrás.
En la calle todos sonreían, el sol brillaba más fuerte que nunca y Harry sonreía mostrando sus hoyuelos sin razón alguna.
Él no cruzaba la calle para ir por el lado en que daba el sol, como siempre hacía, porque esta vez el sol alumbraba ambos lados. Él caminó por su misma vereda, por pasar justo frente a la florería.