Uno

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Tsukki

La situación de Yamaguchi era fácil de explicar.

Se trataba de un amor no correspondido que con el paso de los años había aceptado.

Pues sí, se enamoró de su mejor amigo, ¿qué podía hacer?

Es decir, por supuesto que a veces había noches en donde dormir era tan difícil porque no podía dejar de llorar por las noches mientras se disculpaba entre sollozos por haber defraudado a Tsukki, a veces la presión en su pecho era tan, tan grande que se sentía asfixiado con esos sentimientos y pensaba que debía confesársele a su mejor amigo para que el dolor fuese menos. Pero no lo hacía, porque eso significaba soportar el dolor de ser rechazado por el rubio, y mejor evitarse situaciones como esas, mejor evitar romper su corazón.

Estaba bien observando al rubio desde atrás, sonriéndole por sus comentarios sarcásticos (hacia otros, nunca hacia él), fantaseando por las mínimas posibilidades de que Tsukki quizá pudiera fijarse en él. Estaba bien así, porque, si repremía sus sentimientos Tsukishima permanecería a su lado, y eso era la único que podía tener. Estaba bien con eso.

Pero entonces lo inevitable llegó y Tsukishima empezó a salir con una chica.

Yamaguchi veía como su mejor amigo estaba un tanto ansioso respecto al tema, pues jamás había tenido novia y no sabía cómo actuar. Y cuando le pidió ayuda a él, Yamaguchi se abstuvo de decirle que aquella chica era una de los bravucones que lo intimidaban y que incluso ahora seguían burlándose de él cuando tenían oportunidad. Simplemente no pudo. Era la novia de Tsukki, y él se veía bastante nervioso, bastante emocionado, ¿qué debía hacer Yamaguchi si no que ayudar?

A Yamaguchi le rompió el corazón, pues claro, era el chico que amaba. Pero eso no fue lo que lo destrozo, porque ya había aceptado la idea de que Tsukki jamás le pertenecería como le pudiese pertenecer a alguien más, no, lo que sucedió es que una estaca se clavó profundamente cuando el mismísimo Tsukishima comenzó a distanciarse considerablemente.

Dejaron de ir juntos, dejaron de regresar juntos, dejaron de almorzar juntos, dejaron de visitarse mutuamente o salir como lo hacían habitualmente.

El primer mes fue un tormento para Yamaguchi. Las ojeras debajo de sus ojos eran obvias, incluso había bajado de peso considerablemente y su ánimo se volvió opaco. Pero a Tsukishima no le importó porque estaba bastante ocupado en regresar con su novia y salir al cine con ella. En ocasiones Tsukki y él podían mantener una conversación, pero estas eran tan simples y cortas que herían más al de pecas.

¡Ni siquiera iba al cine con él!

El segundo mes fue un atisbo de brillo, porque Yukio y Makoto le brindaron una mano y lo sacaron de su dolor que lo consumía, lo integraron a su grupo y le hablaron cálidamente. Ellos entendieron su situación. Pero no la situación de un amigo dejado de lado sino la de un chico con el corazón roto, quizá por ello se abrió muchísimo con ellos, y ellos lo escuchaban atentos y le brindaban palabras de aliento y le hacían sentir querido.

—No es el único rubio y alto chico del mundo —le dijo una vez Yukio—. ¡Y quizá tú si eres el único peliverde con pecas, anímate!

Yamaguchi se recompuso en ese mes, y cuando aceptó dejar sus sentimientos por el rubio de una vez, porque era lo más sano, porque no quería sentirse así de impotente, porque en lugar de llenarlo de dicha lo llenaba de un sentimiento que era abrumador y que le hacía llenar sus ojos con lágrimas, entonces Tsukishima terminó con su novia.

Fue una tarde de diciembre cuando Akiteru le llamó y le suplicó, le rogó que fuese a su casa.

Yamaguchi no entendió nada, pero el tono del chico decía que no tenía opción, su preocupación se desbordaba y parecía estar a punto de darle un ataque de nervios. Por eso tomó su suéter y salió hacia la casa que no había visitado hacía dos meses.

Me rindo, TsukkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora