Cuatro

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Tsukishima y Yamaguchi

Lo estaba acabando.

La situación, la cuerda constante que parecía temblar debajo de él, pero no parecía más que una línea para todos los demás.

Yamaguchi cada vez se alejaba más, y Tsukishima se sentía incapaz de correr lo suficientemente rápido para poder alcanzarlo finalmente.

Odiaba ese sentimiento, quizá porque durante toda su vida no lo había sentido así, porque antes de todo el desastre Yamaguchi no corría alejándose de él, permanecía a su lado, y aunque Tuskishima no se molestara en darle una mirada o un ligero roce de hombros porque era algo innecesario para él, Yamaguchi no se apartaba, y aunque nunca recibía algo a cambio de su cariño hacia él, no importaba, porque parecía no necesitarlo.

Ahora desearía haberlo hecho. Haber rozado sus manos delicadamente, haberle dado una mirada no disimulada, haberle demostrado que le importaba, que era el único ser humano en la faz de la tierra que quería.

Si tan sólo no hubiera sido así de estúpido, si tan solo hubiera aceptado sus sentimientos en lugar de negarse a ellos y recurrir a lo que hizo.

Ahora Yamaguchi parecía totalmente decidido a apartarse de su lado. Si Tsukishima no se apresuraba lo podría perder de verdad.

—Harán una fiesta en la tarde por el cumpleaños de Yachi, ¿quieres que te pase a recoger a tú casa? —murmuró Tsukishima lo suficientemente alto como para que el peliverde a su lado lo escuchara.

Apenas se dirigían a sus hogares, el entrenamiento no había sido nada del otro mundo y todo habría podido ser considerado normal si no fuese porque Yamaguchi había desaparecido a la mitad, demasiado rápido para poder seguirlo o averiguar a dónde se dirigían. Tsukishima se había mostrado un poco malhumorado, a decir verdad, y quizá se había desquitado un poquito con los chicos, pero esperaba tranquilo, con suerte y un par de preguntas Yamaguchi le diría.

—No creo asistir —respondió un poco más bajo.

Tsukishima se detuvo, Yamaguchi, muy a su pesar también lo hizo, sin mirarlo al rostro, manteniendo su vista en sus zapatos.

—Yamaguchi —advirtió Tsukishima mirándolo con los ojos entrecerrados—. ¿De verdad vas a hacer esto?

Yamaguchi rodó los ojos cansado. Tsukishima no recordó nunca haberlo visto hacer eso.

—No estoy haciendo nada, Tsukki, solamente no creo poder ir. Está bien a veces.

—Sí que estás haciendo algo, lo estás haciendo justo ahora, Yamaguchi. ¿Vas a evitarme a tal punto? Es tú amiga, ¿no irás por qué yo iré? ¿Es eso?

—Tsukki, por favor, hoy no.

Kei negó. No habían vuelto a tocar el tema. Lo iban a hacer ahora.

—Vamos a hablar, Yamaguchi.

—Regresemos rápido —pidió con aquel tono de voz que a Tsukishima no le gustaba para nada, con aquel tono de voz débil—. Hoy fue una tarde cansada.

— ¿De verdad? Porque si a mí me preguntan hoy te escabulliste durante la práctica.

—Vayamos a casa —pidió una vez más.

— ¿Fuiste con Makoto? ¿Con Yukio? ¿De verdad estás saltándote las prácticas por ellos, Yamaguchi? ¿Ahora eres demasiado bueno como para esforzarte como todos los demás? ¿Ya olvidaste por qué lo estás haciendo, Yamaguchi?

Tadashi levantó la mirada, tenía los ojos llenos de lágrimas, estaba herido pero sus labios estaban en una línea recta.

—A veces... a veces Tsukki es tan hipócrita.

Me rindo, TsukkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora