CAPITULO 1: EN EL ACTO

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El tres de abril a las dos de la madrugada, Carlos debía salir a patrullar como le tocaba hacer todas las semanas, se vistió y salió a las calles luciendo con soberbia la placa y el uniforme que solo usaría un puerco infeliz. Y así, con el descarado pensamiento de asaltar a todo el que se pasara por delante esa noche, se sumergió en la oscuridad abismal ¡Como un carroñero nocturno!

Esa misma noche logró amasar una buena cantidad de dinero, lo suficiente para derrocharlo en bebidas y en mujeres en uno de los mejores locales de la ciudad. A las tres y cuarto, Carlos cruzó por la parroquia de Antímano y al doblar la esquina escuchó un grito, miró en derredor con curiosidad, pero no sorprendido o interesado del todo, y siguiendo la procedencia del sonido, a su izquierda vio un muchacho, lo estaban asaltando y, sin embargo, echando un corto vistazo a la escena, lo apartó de su mente como se le hace a una mosca con la palma de la mano y, con la vil indiferencia de un misántropo siguió su camino, rumbo a mejores aguas. Rumbo a mejores vinos.

Durante el transcurso de su viaje un presentimiento le recorrió todo el cuerpo, una gota de perspicacia lo iluminó «Me están siguiendo» se dijo a sí mismo mirando por el retrovisor, un taxi lo seguía de cerca desde hacía un rato, pero de igual forma su propia mente lo refutó negando dicho argumento, más para su propio consuelo que por seguir una lógica indiscutible «Solo han de ser ilusiones mías» le dijo su mente, y  sonrió para sí mismo como un canalla.

Llegó al burdel poco después y no más llegar, pagó por la mejor prostituta del local, ¡Vamos, qué también un cerdo tiene sus caprichos! ¿No es así? Se dirigió al segundo piso con la rubia que había alquilado, forzándose a sí mismo a mantener la compostura en el camino, una mujer de tales dotes casi lo hacía babear y caminar a gatas para lamer los pies de quién sabía hacerle el amor como nunca podría hacerlo su propia esposa.

Cerró la puerta de la habitación con llave y debajo del vestido de la rubia probó el sabor de los dioses ¡Un manjar casi exclusivo para él!
En unos instantes estaría sumergido en el éxtasis y en la embriagadora euforia de la nocturnidad, tal vez fue por esto que le pareció tan desolador, porque en menos de un minuto escuchó unos pasos entrando y sin que le diera tiempo siquiera a pensar en la pistola que había dejado junto a la cama, como un frío y corrupto talismán que siempre llevaba consigo, el destello y el olor a pólvora sería lo último que percibiría antes de morir en el acto.

MUNDO DE PIEDRA-CANSERBERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora