Prólogo

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Abrió los ojos lentamente. El olor a cerrado de todos los días no la pilló de improviso, al igual que la humedad del colchón o la casi completa oscuridad. Se intentó incorporar ligeramente, apoyando las frías manos sobre el colchón, pero aquel movimiento que a cualquier otra persona le hubiese parecido una minucia la dejó casi sin aliento... 

Estaba rota de dolor. Tanto física como psicologicamente. Hacía demasiados días que no veía la luz del Sol, o que comía en condiciones. Pero todo aquello era necesario, era el precio a pagar por haber cometido los errores qué cometió, el precio a pagar por confiar en quien no debió. 

Con otro gran esfuerzo, se arrastró hacia donde acababa el colchón, y tras llegar hasta él, comenzó a rebuscar por el suelo, a ciegas, una jeringuilla que contuviese algo dentro o alguna bolsa en la que aún quedase algún tipo de fármaco que la hiciese dormir y sobre todo, que la protegiese. Su mente estaba como desvanecida, nublada por las drogas, no podía pensar con claridad. En aquel momento, y tras seguir tanteando la zona donde solía tener las reservas de los distintos químicos que consumía, se dio cuenta de que estaba acabada, que pronto la encontrarían y que sería una de tantos experimentos para Wishpers. Un sentimiento de desolación infinita la aprisionó el pecho, y la empañó los ojos. Pero justo en aquel momento apareció él, su ángel de la guardia, su Sol en aquella eterna noche. 

- Jonas.- pronunció Angelica con cariño.

- Hola, mi amor.- dijo este con suavidad mientras la rodeaba con sus brazos.

-Sabía que vendrías.- respondió ella mientras se acurrucaba entre sus brazos.- ¿Has traído medicinas?- continúo mientras le  miraba en la penumbra

Jonas tardó en contestar, meditando bien sus palabras. 

- No hay tiempo, Angelica. Jamás llegaría a tiempo. No podemos hacer más. 

Ella asintió con lentitud, asimilando las palabras que su amado acababa de decir. Palabras que, en realidad, sabía que algún día llegarían. Ahora tocaba el momento de llevar a acabo la decisión que tomaron hace tiempo, en aquel mismo lugar, cuando todo comenzó. 

- No quiero hacerlo aquí, quiero salir afuera.- dijo mientras se incorporaba con ayuda de Jonas.-

Jonas la ayudó a levantarse, y concentrando sus fuerzas en una patada, derribó los tabiques de madera que tapiaban la puerta, permitiendo que el viento se colase en aquel cuchitril en el que se había refugiado durante semanas, situado en una de las azoteas de los miles de edificios que componían París. 

Ya era de noche, pero a Angelica aquella le pareció las escena más luminosa de las últimas semanas. La luna, llena y amarilla, brillaba en lo alto del cielo sin estrellas de la gran ciudad, y el sonido del tráfico seguía siendo intenso a pesar de que ya era bastante tarde. Desde aquella azotea, a lo lejos, se podía contemplar como el monumento más espectacular de la capital francesa lucía dorado, desafiando a la noche. 

Angelica se recostó entre los brazos de Jonas, respiró con calma, intentando controlar los agitados latidos de su corazón.

-Estoy demasiado débil, tal vez no sea capaz.- dijo en un tenue susurro.

- Tienes el ser mas fuerte que conozco, eres capaz de eso y mucho más. Confía en ti.- Jonas la apretó aun mas entre sus brazos, intentándola transmitir toda la fuerza de la que disponía. 

De repente, el cuerpo de Angelica se sacudió con brusquedad, y tras ese momento de tensión, ella ya no estaba allí. 

Estaba en ocho lugares distintos, observando a sus hijos, que en ese momento recibían el ser... Aquello que les cambiaría la vida para siempre.

(CONTINUARÁ)

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