2. Veintidós años después.

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-- Buenos Días Señorita. ¿Puedo ayudarla en algo? -- Saludó una gentil voz que la recibió en la recepción de la Corporación Capsula. La recepcionista era delgada y pequeña, piel blanca, pelo rojo y facciones femeninas además de una linda sonrisa.

-- Vengo por el trabajo. -- Contestó la pelinegra sacando un recorte del diario.

La mujer tomó el papel y sonrió. -- Si, pase adelante.-- La pelirroja le abrió una puerta hacia otro salón donde habían muchas mas personas, mas aspirantes a los trabajos que podía ofrecer la CC.

Gine esperó al menos dos horas antes de su turno para la entrevista. -- Aquí están los documentos. -- entregó un folder con documentos al hombre encargado de las entrevistas.

-- ¿Por qué empleo viene aplicar? -- habló cansado el hombre sin dirigirle la mirada.

-- Docente de primaria. -- El hombre reviso algunos papeles. -- Lo siento, Gine, el puesto ya fue ocupado. -- Gine bajó la mirada decepcionada, ella necesitaba el trabajo. -- Tenemos otros empleos... Ayudante de cocina, jardinero, personal de limpieza y control de desastres. - El hombre por fin levantó la mirada observando a la mujer joven que tenia frente a él. -- ¿Le interesa alguno? --

Gine meditó unos segundos lo mejor que se le daba era cocinar. -- Ayudante de cocina. -- contestó. --

-- Muy bien, por aquí porfavor -- el hombre se levantó e indicó a Gine que lo siguiera para mostrarle las instalaciones. La llevó a la cocina presentándole al que seria su jefe. Era un hombre de mediana edad, regordete y amable, estuvo encantado de tener manos extra en su cocina pues era muy frecuente tener que preparar exorbitantes cantidades de comida casi a diario.

-- Su salario será mensual y en efectivo. -- El hombre caminaba pasivamente con los brazos en su espalda. Se detuvo en una puerta que decía CUARTO DE GRAVEDAD.

-- Está habitación está prohibida.-- dijo. -- No abras jamás, solo el esposo de la señora Bulma o su hijo puede entrar. -- Gine asintió. Siguieron recorriendo el edificio y de nuevo se detuvo frente a otra puerta pero esta decía LABORATORIO.

-- Aquí trabaja la señora Bulma, solo entraras si ella te lo pide. ¿Entendido? --

-- Entendido -- le contestó. Pasaron por muchos lugares, la corporación capsula era realmente un complejo grande, habían pasado por areas comunes, las residencias, las oficinas y demás, finalmente regresaron al salón de espera donde habían aun unas veinte personas aun esperando su turno. El hombre suspiró de nuevo al ver que aun le faltaban personas por escuchar y ubicar hasta llenar las vacantes de la CC.

-- Estará a prueba 3 meses, debe ser puntual, su hora de entrada es las cuatro de la mañana y termina su turno a la una  de la tarde. con el tiempo cambiará de turno y tendrá el horario nocturno. -- El hombre sobó el puente de su prominente nariz. -- Es un trabajo demandante pero con buen sueldo, su primer pago será a finales de mes. -- La mirada del hombre era de cansancio puro.

-- Muchas gracias. -- dijo Gine. El hombre le entrego algunos formularios que debía regresar llenos al día siguiente.

-- Bienvenida Gine -- murmuró el hombre antes de llamar al siguiente persona y desaparecer por una puerta.

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Gine caminaba de regresó a su apartamento, ya era de noche y los faroles del alumbrado público brillaban con luz amarilla, a Gine le parecía un poco tétrico, le recordaba su infancia, siempre escapando de su abusivo padre y siendo encontrada de madrugada por su madre. Gine se detuvo a medio camino, siendo iluminada por uno de los faroles.

--Mamá. -- susurró. -- extrañaba a la desaliñada mujer. Siempre con ropa vieja, golpes en su cuerpo pero una sonrisa amorosa para ella. Se había ido de este mundo hace algunos años, ya hasta había olvidado su rostro, y el sonido de su voz. -- Estarías orgullosa de mí. -- Gine se limpió las lagrimas que habían caído de sus ojos y siguió su camino hasta llegar a ese edificio antiguo y raído donde alquilaba en cuarto de mala muerte.

Gine se desplomó en su cama, miraba al techo mientras jugaba con el collar de su cuello. A la pelinegra le parecía que aquella joya era valiosa, pero ni ella ni su madre pudieron sacarla de su cuello, era como si ese collar estuviera encantado, se resistía y a veces se encogía cuando quería quitárselo, pero extrañamente también parecía crecer junto a ella.

Gine comenzó a imaginar como seria su primer día en el trabajo en la gran Corporación Capsula, podría tener un sueldo fijo, un seguro medico, podría cambiar de apartamento cuando tuviera el suficiente dinero, ella sonreia al imaginar todo lo que podría tener trabajando en la CC. Pero imaginar esas posibilidades también le traía tristeza pues no las compartiría con su madre.

Gine sabia que la mujer no era su madre biológica, lo había descubierto a los quince años. -- Te encontró en la calle y te trajo obligándome a cuidarte. -- le gritó el que pensaba era su padre. -- Ahora que ya se murió esa perra desaparece de mi vida. -- El hombre le dio diez minutos para recoger las cosas de su madre y las suyas para luego lanzarla a la calle.

Gine tenia quince años, no podía trabajar por ser menor de edad, no tenia ni sus documentos personales luego descubriría que ante el sistema no existía pues nunca la registraron, no era nadie. Trabajó en un almacén de noche ilegalmente durante dos años para recolectar el dinero y poder inscribirse como persona nacida en la cuidad.

Pudo conseguir una beca para la universidad y graduarse pero de poco le sirvió, no encontraba trabajo hasta el día de hoy claro. Gine tomó su viejo teléfono celular y revisó los mensajes, no había nada como siempre.

La pelinegra sintió su estomago rugir, se levantó de la cama y buscó que comer... un ramen instantáneo como todos los días, se acercó a la ventana mientras comía, el contraste de ese deprimente cuarto y la vista de la ciudad animaba y llena de luz le daban esperanza.

--Pronto saldré de aquí mamá y viviré como siempre quisiste... --

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En la profundidad del bosque, en una cabaña mal construida había un hombre solitario, un poco deforme por las enormes cicatrices negras que cubrían gran parte de su cuerpo.

No sabía quién era él, no sabía siquiera su nombre, había aprendido a sobrevivir por si solo, solo imaginando el calor de un hogar, el cariño de una madre.

La chimenea crepitaba, la olla donde calentaba su comida comenzó a temblar, ya estaba lista la sopa de lo que sea que hubiera cazado ese día, o talvez solo eran verduras silvestres.

El hombre comió, vió las luces en el cielo, había una ciudad cerca, lo sabía, pero nunca se acercó debido a que era consciente de sus cicatrices, de su mal aspecto.

Siempre se pregunto si de ahí provenía. ¿Lo habrían abandonado por nacer de esa manera? ¿Estarían vivos sus padres? ¿Tendría familia? No lo sabía.

El hombre arrojó lo que quedaba de la desabrida sopa al suelo, entro a su maltrecha cabaña y durmió siempre suplicando recordar algo que le dijera quien era él. Por lo menos, aunque sea, su nombre.

Amor Entre Dimensiónes [VegeKaka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora