ROJO 3

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Apenas oí el rugido a mis espaldas se me aflojaron las rodillas. El Lobo tenía un Dodge Dart del 82, largo y potente, ningún otro carro de El Bosque producía tanto estruendo. Ni tanto espanto, la cojinería era peluda y en el tablero tenía un perrito de adorno que movía la cabeza con el vaivén.

Desde la fiesta de la abuela, me lo encontraba en todas partes. En el paradero del bus, en la panadería, cuando salía a caminar. O nuestros horarios habían empezado a coincidir misteriosamente,o se la pasaba siguiéndome. Yo hacía todo lo posible por ignorarlo: lo saludaba con sequedad y seguía mi camino.

Me alcanzó y disminuyó la velocidad. El Lobo recostó el brazo en la ventanilla. Qué se dice, me saludó. Cómo le va, Wilson, le dije lo más antipática que pude. Pero me descubrí mirando de reojo su brazo de macho cabrío. ¿Para dónde va tan solita? Los jeans le apretaban, hacían bulto. Para donde mi abuelita, balbucí ya francamente embebida. La mano, cerrada sobre la palanca de cambios, era poderosa y nervuda. La barba, dura. La boca, gruesa.

Y esos ojos verdes.

Él se había dado cuenta del celo en mi mirada, se reía. ¿La llevo?, me preguntó todo convencido. No, le dije y me desvié rapidamente por un callejón de El Bosque que, si bien haría más largo el recorrido, solo admitía peatones.

El Lobo aceleró picando.

La Nueva Caperucita Roja (COMPLETADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora