Succ-u-bus

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   Hola. Mi nombre es Randy y soy un superviviente de un ataque demoniaco.

Sí, leíste bien. Un ataque demoniaco. Déjame explicarte: todo comenzó cuando ella abordó mi bus. Era alta, rubia, tetona y vestía enteramente con cuero hasta sus botas de tacón por encima de la rodilla. Los piercings en sus ojos eran una advertencia, y el de su lengua —por la forma en la que lo exhibió en mi dirección— me indició que era peligrosa.

Ocupó el par de asientos vacíos a mi lado, y pude sentirla observándome periódicamente. No me atreví a devolverle la mirada. Ella olía a rosas e incienso, el aroma delator de un demonio súcubo.

A pesar de que hice mi mejor esfuerzo, no pude eludir el cansancio por siempre. Esta conexión solo fue otra parte de lo que ya había sido veinte horas en vela, sin novedades, de viajar en bus.

Me desperté y ella me había desvestido, inclinándose hacia el frente para tratar de, bueno. Lo único que puedo decir es que quiso succionarme la vida de una forma idónea para una diablesa que se alimenta de energía sexual.

Como dije, soy un superviviente de un ataque demoniaco. No entraré en detalles sobre cómo logré escapar con vida del encuentro, pero sí diré esto: nunca antes había estado tan agradecido por tener que orinar.

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