CAPÍTULO 2: El diario

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- ¡Ah por fin, recreo! – Comenta Adam con una gran sonrisa en su rostro, mientras nos acercamos al mismo lugar de siempre, bajo ese gran pino, cerca de la sala de maestros, un lugar tranquilo frecuentado por pocos alumnos y los profesores en general se la pasaban adentro de la sala, excepto por dos o tres que hacen ronda.

- Adam, tenemos que contarte un secreto, pero no se lo puedes contar a nadie, ¡NADIE! – Dice Ana mientras lo mira a los ojos.

- ¿Ah? ¿De que me están hablando? – Pregunta con confusión.

- Primero, promete que no dirás nada... - Digo yo, con seriedad, muy serio para mi gusto, tanto misterio ya me esta haciendo mal.

- Okay, okay, no diré nada. – Ya estando sentados bajo el árbol, me aseguro de que nadie esté muy cerca y saco el diario de mi lonchera.

- Este es el secreto. - Digo casi susurrando.

- ¿Tanta cosa por un simple libro? –

- Bobo, no es un simple libro, es un diario y uno de casi 85 años de antigüedad.

¡Es de la época de la guerra civil! – Responde Ana con un poco de enojo.

- Ahhhh, pero ¿Por qué no podemos decir nada? –

- Pues porque Jorge lo saco sin permiso de un museo, para no decir robar... -

Ana agarra el diario y lo abre en la primera página, - ¿Qué tanto llevas leyendo? –

- Pues solo he leído una página, que fue la que estaba leyendo en la mañana. - Respondo un poco nervioso por sus reacciones.

- Perfecto, no has leído mucho, así que desde ahora podemos leerlo juntos. – Dice Adam mientras saca su comida.

- ¡Pues a mi ya me mata la intriga, comencemos! –

- Vaya, pero no grites Ana. – Le digo mientras ella me daba el diario.

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Alba de Tormes, 5 de mayo 1920

¡Por fin! ¡Por fin! ¡Por fin! He entrado al Carmelo, mi amado Carmelo. Pensé que este día nunca llegaría. Ha sido super especial, mi familia y amigos me fueron a dejar a las puertas de esta santa casa, algunos lloraban y otros solo sonreían, me despedí de cada uno y mis padres me dieron su bendición. Para algunas personas el convertirme en monja de clausura a los 19 años, es una locura, y tienen razón, es una locura de amor, ¡De amor por Jesús! Si tan solo supieran la paz que siento en estos momentos, de seguro me envidiarían. Esta paz que tanto llevo buscando, por fin la encuentro y no la dejare ir.

Un sacerdote carmelita llego antes de que se abrieran las puertas, me indico a donde poderme ir a poner mi traje de postulante, cuando regrese mi mamá tenía lágrimas en los ojos, mi hermana Luisa me dijo que parecía una novia. Me arrodillé y recibí la bendición del sacerdote, después dos monjas con los rostros cubiertos abrieron las puertas, me sentí como en el cielo, ya una vez adentro, se cerraron las puertas del Monasterio, así como yo cerraba las puertas de mi corazón al mundo.

Fuimos en procesión hasta la Iglesia, donde hubo una oración comunitaria y de mi Priora, la Madre Pilar, recibí mi nuevo nombre, ahora me llamo Sor María del Sagrado Corazón. Después salimos al patio donde conocí a mis otras 10 hermanas de comunidad, otro día te diré sus nombres pues se me han olvidado.

Ha sido hermoso, le agradezco a la Santísima Virgen por concederme este regalo. ¡Muchísimas gracias Mamá!

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- Que aburrido, pasemos a la parte interesante, Jorge. – Me ruega Ana.

- Deja ya Ana, que, si queremos entender todo, debemos leer desde el principio, además no me pareció una mala lectura. – Le responde Adam.

- Adam tiene razón, debemos ser pacientes. Después seguimos leyendo, que ya va a tocar la campana y no he comido nada. –

- Pues chicos, yo creo que debemos juntarnos después del colegio para seguir leyendo, ¿Qué les parece? – pregunta Ana.

- Buena idea, de por si no tenemos tareas y ya casi es el final del día, así que nos podemos reunir aquí mismo y nos vamos juntos al parque, ¿Les parece? – sugiere Adam.

Todos aceptamos.

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Al final del día nos reunimos en ese exacto lugar. Ya en el parque nos sentamos a la sombra de un árbol, ya cómodos seguimos leyendo.

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Alba de Tormes, 11 de mayo 1920

La mayor parte del día pasó normal, bueno en los Maitines casi me quedó dormida, gracias a Dios nadie se dio cuenta, aun no me acostumbro a rezar tan temprano, después hoy me toco fregar los baños, como sufrí, es algo tan repugnante para mí, mi orgullo gritaba adentro mío. Aun debo aprender a doblegarlo, a ser más humilde y a hacer hasta las más insignificantes tareas con amor y felicidad. Ya voy conociendo a todas mis hermanas, Sor Rosa también es una postulante como yo, entro tres meses antes, ya somos mejores amigas y nos apoyamos la una a la otra en nuestra vocación, que misterio tan maravilloso el de la amistad.

Eso si, tampoco todo es color de rosa, hay una hermana que parece que se la ha agarrado contra nosotras dos, es Sor Amelia, solo sé que es profesa desde hace dos años. Con Rosa hemos decidido que cada vez que pasemos cerca de ella, le sonreiremos, nos ayudara a sobrellevar esta pequeña cruz que Dios nos manda. En 6 meses será mi imposición de habito, ¡No puedo esperar! Bueno ha tocado la campana y tengo que ir a rezar.

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- Pues mira no más, esa Sor Amelia me recuerda tanto a cierta persona. – Comenta Ana, con molestia en su cara.

- Desde cuándo una monja te recuerda a Alejandra, jajajajajaja – Adam no para de reír.

- Desde que se las agarro contra mí. –

- Bueno ya chicos, que tenemos que seguir leyendo si queremos avanzar. – Ana y Adam se tranquilizan.

Leímos toda la tarde, casi unas treinta y cinco páginas, en ellas Sor María solo habla de su vida en el convento, de algunos problemas, algunas dudas, pero también de alegrías y lo bien que lo pasaba. Me imagino que la vida de monja no ha de ser tan difícil, de por si ha de ser muy tranquila.

Me recordé de Carlos, pobre, la maestra lo humillo frente a toda la clase por faltas de pruebas – Chicos ¿Qué les parece si ayudamos a Carlos a conseguir pruebas? Al fin y al cabo, tenemos un diario que le perteneció a una monja de la época, si logramos encontrar cualquier indicio se podrá saber la verdad. – Mis amigos lo piensan y aceptan.

- Bueno, ya son casi las siete y me tengo que regresar, mañana en el colegio seguimos leyendo, ¿Les parece? – pregunta Adam.

- Okay, pero ya me está aburriendo un poco. - Menciona Ana con un bostezo.

- Ten un poco de paciencia, al final aún no hemos llegado a 1936, leí una página con ese año y vieran lo que la monja ponía ahí. – Les digo, al menos servirá para que no vayan tan apresurados, al final es un diario no un libro de aventuras. 

Entre lirios y palmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora