1. Adiós

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Luché contra la gran masa de pelo que estaba tirando en mi contra.

― ¡Croqueta! ―grité encolerizada.

Dicho ser gruñó juguetonamente, tirando la correa que tenía firmemente agarrada entre sus dientes.

Demonios.

― ¡Ugh! Al demonio. ―Solté de repente y la perra de raza dudosa cayó hacia atrás.

Ajá.

Me apuré a tomar la correa de nuevo y esta vez asegurarme de que no pudiera ponerse en mi contra.

― Oh no, señorita. ― cambie mi tono y Croqueta bajó sus orejas y puso sus malditos ojos de cordero. ―No vas a comprarme con esa cara. ―negué. ―Me arrastraste por todo el vecindario, Croqueta.

―Tal vez es su manera de vengarse por el nombre que elegiste para ella. ―gritó alguien a mis espaldas.

Rodé mis ojos con fastidio.

― Nathaniel, ¿qué tan grande es este vecindario? ― pregunté dulcemente.

― Mmm, bastante, ¿por qué? ―replicó mi hermano mayor confundido.

Mayor por un par de minutos en realidad.

Me di vuelta de repente.

― Entonces, si es tan grande, ¿porque tengo que ver tu fea cara otra vez?

― No seas una gritona. ―Igualó mis pasos y caminó junto a mí. ―Fue intencional, te estaba buscando.

―Te vi hace menos de una hora. No entiendo que puede haber sido tan urgente, ni tan repentino como para que salgas a buscarme.

Nate suspiró pesadamente.

―En realidad, solo quería salir.

No necesitaba mirarlo para saber que significaba eso.

Mamá y papá.

Aunque si tenemos en cuenta el apego emocional, diría que es mejor llamarlos por sus nombres: Lissandre y Kevin Lockward.

Nathaniel y yo nos teníamos el uno al otro, no solamente porque nuestra relación de hermanos siempre había sido sólida y fuerte, sino porque desde pequeños sabíamos que no podíamos contar con nadie más en esa casa.

Nuestros padres viajan todo el tiempo por trabajo, papá es un agente de bienes raíces y mamá trabaja de secretaria en una importante empresa de cosméticos. Y los pocos días al mes que coinciden en casa lo único que saben hacer es regañar y discutir.

Nunca vamos a ser lo hijos que desean, lo tenemos claro y lo fuimos aceptando a lo largo de los años. A pesar de he tenido un promedio perfecto en todos mis años escolares, nunca fui lo suficientemente bonita, ni "dinámica" (papá decía eso cuando me negaba rotundamente a inscribirme en algún deporte). Según ellos, el hecho de que ser veterinaria sea mi mayor sueño y meta, está mal.

"Los animales no son tan importantes, creo que deberías buscar algo más útil."

Claro. Porqué vender un maldito brillo labial es tan importante, mamá.

Mi hermano Nate tal vez no sea el mejor promedio de la secundaria, pero es malditamente bueno en deportes, y jamás se queja ni exige nada.

Me suena como un maldito buen hijo para mí.

Pero no para ellos.

― Lo imagino. ― Croqueta ladra a un ciclista y la sostengo más fuerte. ― ¡Quieta!

Mi hermano se echa a reír, y comenzamos a charlas de nuestros planes para las vacaciones.

―Creo que deberíamos irnos a la mierda. ―Suelta en un momento Nate.

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