Érase una vez una nube que no paraba de llover. Esa nube era muy, muy especial. Todo el mundo, de todas partes, la querían para ellos, para que fuese suya.
Si te metías debajo de esa nube y estabas contento, entonces te sentías triste. Si estabas asustado, al meterte debajo, te sentías seguro. Y así con toda clase de sensaciones y sentimientos.
Eso ayudó mucho a los que se metían debajo, porque podían ver las cosas de otra manera. Así, fueron ayudando a mucha gente con algo a lo que llamaron empatía.
La nube iba de sitio en sitio, de lado a lado, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de comarca en comarca, de reino en reino... Y así, durante muchos años. Hasta que... chocó. Chocó con el castillo flotante, un castillo en las nubes, que pertenecía a un gigante algo gruñón.
Por supuesto, el gigante había oído hablar de esa maravillosa nube, de que era lo más valioso que se pudiera encontrar... Y la encerró en su castillo.
Así pasó mucho tiempo, pero daba igual donde la pusiera el gigante, que todo se inundaba.
La puso en la cocina para que el agua se fuera por el desagüe, nada. La puso en el baño, lo mismo, el agua se salía por las ventanas. En el comedor, no se podía estar. Tuvo una gran idea, el jardín, pero al final, las plantas se ahogaron. No sé si debo recordar que esa nube no hacía más que llover y llover, por lo que era lógico.
Total que el gigante estaba desesperado. Desesperado, así era como el gigante se sentía. Y pensó, pensó, y pensó- aunque eso no era muy propio del gigante. Por lo que tuvo que esforzarse- , y tuvo una gran idea. Sacó la nube afuera- la ató para que no se escapara- y así, todos los males que la nube le causaba allá, se los causaría a las hormiguitas de abajo (los humanos). También, para aprovechar el agua de la nube, la recogía y la usaba para beber, cocinar y lavarse. Vamos, para lo que se usa el agua.
Un día, el gigante tuvo mucha, mucha, mucha sed y bebió tanto de la nube, que se secó.
No sabía qué hacer, porque la nube ya no llovía. Podía soltar la nube y dejarla ir, meterla dentro para que entrara en calor, regarla para que volviese a tener agua... Y muchas cosas más. Pero al gigante le entró mucho, mucho sueño, así que se fue a dormir y se olvidó de la nube que ya no llovía.
Al día siguiente, se sentía confuso, porque tenía muchas cosas en la cabeza. Estaba contento, pero triste, enfadado, pero eufórico... Y sobre todo, tenía muchas, muchas ganas de ayudar a la gente. Así que, desató la nube dejando que se alejara y bajó de su castillo para no volver. Llendo por todo el mundo hasta el fin de su existencia ayudando a todo el que lo necesitara.
Cuándo el gigante se fue para no volver, la nube volvió a llover llendo así de lado a lado, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de comarca en comarca, de reino en reino... Desde entonces se han dado casos a través de la historia de gente que siempre era muy egoísta y no le importaban los demás y, de repente, un buen día se ponía a ayudar a todo el mundo y se volvía alguien muy empático.
🐼🦄 🐼🦄. 🐼🦄.Espero que os haya gustado.
ESTÁS LEYENDO
La nube que no paraba de llover.
General FictionHace mucho tiempo en un pueblo, había una nube que no paraba de llover. A la gente le gustaba ponerse debajo y disfrutar de la fresca lluvia, pues esta escondía un gran secreto.