CAPÍTULO 4

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19:00

Acabó el entrenamiento más tarde de lo que pensaba. Dijeron que era una hora, pero se me hizo eterna.
El poco sol que quedaba tras las nubes, se escondió hace tiempo por detrás de los edificios, tuvieron que encender las luces del exterior del colegio y empezó a llover. Todos tuvimos que meternos debajo del techo que había situado en la entrada al recreo, casi no cabíamos de tanta gente que había. Ayudé a la madre de Luca a mover el carro del bebé mientras los del equipo acababan de entrenar. Eran los últimos, solo quedaban ellos, y justamente les pilló la lluvia por sorpresa.

Al acabar, Paulo se fue a cambiar a los vestuarios, ya que a parte de estar sudado, la lluvia lo había mojado hasta la punta de las calzas. Todo el equipo restante hizo lo mismo, todos en fila entraron a los vestuarios improvisados, que eran los aseos del patio.

Al rato salió Paulo, menos mojado que antes, pero mojado. Con toda la ropa mojada metida de nuevo en la mochila que había traído de casa.
Me despedí de la madre de Luca y del bebé, que no dejó de llorar en toda la tarde. Salimos del colegio corriendo, buscando refugio bajo un balcón que hubiera por la zona.

–Tiene pinta de que no va a parar.– comentó Paulo apoyándose en la pared de debajo de un toldo.

–Sí, eso parece.- opiné mirando los pequeños ríos que se formaban en las aceras de la calle. Salían hasta burbujas.

–Deberíamos esperar a que parase aquí, ¿qué te parece?

–Bien, con tal de no mojarme y llegar sana y salva me vale.– él soltó una carcajada.

–Viva llegarás, eso te lo aseguro.– le seguí la carcajada.

Nos callamos unos minutos, mientras mirábamos el paisaje que había ante nosotros. La que se acababa de liar en pocos minutos...

Oímos como el dueño del local comenzaba a bajar la persiana del establecimiento. Nos volteamos a mirarlo, con desconcierto.

-¿Qué hacéis aquí?- gritó el señor saliendo de la puerta y recogiendo poco a poco el toldo.- Vamos a cerrar, si os quedáis aquí os mojareis.- nos advirtió.

-Gracias por su amabilidad, ya nos íbamos.- le dije yo con desilusión.

-Lo siento, no puedo cerrar más tarde.- dijo él.

Iba a responderle algo, no sé el qué exactamente. Pero no pude, ya que en un segundo Paulo me cogió de la mano y comenzó a correr con rapidez hasta un portal que casualmente estaba abierto, tuvimos mucha suerte. Cruzamos la carretera sin ni siquiera mirar si pasaban coches. Entramos y Paulo cerró la puerta para que no pudiera entrar el frío. Yo me senté en las escaleras que habían en la entrada, suspirando y deseando que parara ya de llover. Paulo me miró y se sentó a mi lado también, exausto y sin dar a más. Bufó y se miró a las zapatillas, mojadas y con los cordones desatados. Apoyé mi cabeza en el escalón que estaba más arriba del que estaba sentada y me relajé. Vi como él desvió la mirada al frente, mirando como la lluvia caía y las personas pasaban con paraguas.
Miré la hora en mi teléfono y me di cuenta de que me quedaba poca batería, así que lo mejor sería no usarlo. Miré a Paulo y pensé algún tema de conversación para poder romper el hielo, este silencio me estaba matando.

-Lucia.- vaya, me ha leído el pensamiento.

-¿Sí?- pregunté.

These Days  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora