Cansancio

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«Feel the bile rising from your guilty past, with your nerves in tatters as the cockleshell shatters» {Run like hell- Pink Floyd}


Alguien nuevo había llegado, sentía como el lugar cambiaba junto con la nueva integrante. Aprendió a distinguir cuando llegaba un hombre o una mujer, se notaba en el aire: si era hombre el cielo oscurecía y la tierra se secaba; en cambio con las mujeres los árboles se veían más altos, la niebla imposibilitaba caminar y el olor putrefacto se volvía casi insoportable.

A lo largo de su vida Milo hizo muchas atrocidades; secuestró, torturó, y mató a gente que probablemente no lo merecía, pero era su trabajo, algo que tenía que hacer.

Pero a pesar de todo, él tenía una vida, una muy buena si se lo preguntan. Formaba parte de una familia hermosa, tenían un perro llamado Elvis en honor al cantante favorito de su madre, y salía con una chica que para estas alturas debía estar muerta.

Aún podía recordar cómo era estar vivo. La sensación al tener el pasto infiltrándose entre sus dedos, el olor del café recién hecho, a su hermano menor Lucas despertándolo por las mañanas con un abrazo y Pink Floyd de fondo.

Lo que más añoraba eran los momentos en donde él y su hermanito solían poner música a todo volumen, mientras daban conciertos por toda la casa... pero los años habían pasado, no sabía cuantos, pero suponía que demasiados.

Años y no entendía que hacía en este lugar. Desde el inicio el había asumido que su destino era el infierno, aunque no creía posible un lugar mas horrendo que este. 

Salió de una de las casas abandonadas, había pasado más de dos noches allí y los cazadores no iban a tardar en llegar. Frente a la tardanza de los jueces en decidir quien sube y quien baja los mismos residentes del purgatorio habían creado su propio sistema: si querías subir eras un buen invitado, y si no, te dedicabas a torturar y a matar a quien se te cruzase por el camino. ¿Qué pasaba con el muerto si ya estaba muerto? era algo que nadie sabía. Muchos decían que ibas más rápido a donde pertenecías, Milo creía que era mentira.

Tomó sus cosas lo más rápido posible, aunque no eran más que un cuchillo hecho a mano y una lata de algo, porque no, esa pasta viscosa y con olor a perro muerto no podía tener nombre. Todavía se preguntaba porque tenía que comer... total ya estaba muerto.

Cuando llegó era un simple hombre de veintitrés años, ahora tenía muchos más, suponía que lo único bueno de este lugar es que no envejecías, dudaba sobrevivir con más de treinta años allí. Recordó sus primeros días, le incertidumbre, el vacío que sentía en su pecho y lo desconcertante que fue recordar todo de golpe. Le hubiese agradado que el purgatorio venga con un buen y confiable manual de instrucciones, pero no, tenías que aprender todo solo aunque si eras lo suficientemente suertudo conseguían un guía en lo que sería tu juicio antes de irte. Seguía sin entender bien como funcionaba exactamente esto ¿a qué loco sádico se le había ocurrido que mandar a media población a un pueblo destruido junto a un bosque desolado era útil para decidir si ascendían o no? era muy poco producente. Siempre podía volver al centro, donde unos pocos que querían ascender habían creado un pueblo un poco más decente, con casas no tan destruidas y aprovechando las raciones de comida que sin explicación llegaban de mano de los jueces cada mes. 

Los jueces, cuando le habían hablado de ellos esperaba monstruos de dos cabezas y garras, fue muy decepcionante saber que estaba equivocado, eran simples ángeles bastante aburridos con su trabajo en el cielo que decidieron unirse al lado no tan oscuro a decidir quienes eran lo suficientes decentes de irse con ellos. Los ángeles tampoco eran tan increíbles: eran simples humanos que se jactaban de seguir a dios hasta el final aunque nunca lo habían visto. Para él eran simples idiotas con complejos de abandono, pero si lo decía en voz alta probablemente iba a terminar en el infierno antes de lo esperado. 

Cuando era chico se había obsesionado con un juego que casi ni recordaba, pero con una frase que a día de hoy era incapaz de olvidar "A todo el mundo se le revuelve el estómago la primera vez que mata a alguien. Desgraciadamente, es una de esas cosas que se hacen más fácilmente a medida que vas practicando" , a pesar de las muertes que dejó en la tierra no conoció el verdadero significado de esto hasta que llegó al purgatorio. El tener que asesinar para no ser él la victima al comienzo era horrible, pero con el tiempo se convirtió en algo que debía hacer, sin remordimientos ni pesadillas. 

Salió de la casa rápidamente, desde la vereda podía observar a una joven bastante desorientada, debía ser la nueva.  Sin saber muy bien porque se acercó a la muchacha hasta posicionarse detrás de ella.

—Estoy muerta—no parecía muy segura de su afirmación. 

—Te va a tomar días recordar tu vida. Pero si, estas muerta. Y bienvenida al purgatorio, quien quiera que seas— contestó, provocando que se se voltee hacía él de un susto, permitiendole encontrarse con los ojos verdes más hermosos que había visto en su vida y ahora muerte. 


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⏰ Última actualización: Oct 23, 2017 ⏰

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Purgatorio {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora