Capítulo II: Teenage Dirtbag.

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Muy desconfiada, acepté sentarme con Irina en la asamblea. De esa manera, al menos no me sentía tan desubicada y quizá, si dejaba de mostrar interés en la historia –al parecer- oscura de Harry, se decidiría a contármela. Era cuestión de actitud, me dije a mí misma. En el auditorio no cabía un alma más, lo cual me pareció sumamente insólito ya que siempre estaban los chicos que regresaban tarde de sus vacaciones, o simplemente no les daba la gana de asistir los primeros días.

Bueno, después de todo, llegué a la conclusión que se debía porque solamente había una escuela secundaria/preparatoria en el pueblo y era ésta. A una hora de Londres, era posible desplazarse en tren hasta la ciudad para vivir la vida loca y dejar allá los errores y vergüenzas que no te traerías nuevamente a este caserío. Fuera como fuera, aún no lograba sentirme parte de este colectivo.

A lo lejos visualicé al grupo de los chicos más... ¿fascinantes? Sentarse en las últimas hileras del lado contrario a donde yo me encontraba. Como predije, se trataba de una típica conversación informando la modificación en ciertas reglas para el 'bienestar de todos'. Había lo que estaban fastidiados y se tapaban la cara con el suéter, disponiéndose a dormir. Otros se limitaban a la no cortesía y conversaban con el compañero de al lado. En mi caso, aunque hubiera querido, no me salieron palabras de gargantas. Ni siquiera sílabas.

Irina no había abierto la boca desde que me preguntó si podía ponerme con ella. Se tronaba los dedos, se enrollaba los mechones de cabello, estrujaba los cigarrillos seguramente por la ansiedad de fumárselos y no poder, cruzaba las piernas, las desdoblaba.

De camino al teatro me percaté que ella llamaba en exceso la atención de los hombres. Cada muchacho que pasaba por su lado debía mirarla o relamerse los labios, siendo respondido por una sonrisa traviesa que le salía tan natural como parpadear. Un poco menos azorada, analicé sus ropas. Medias altas de red rotas, un blusón largo y un pantalón corto negro que alcanzaba a cubrirle lo justo.

Sus párpados estaban delineados con una gruesa línea negra y era tan blanca que probablemente no tenía necesidad de usar polvo traslúcido como en mi caso, que parecía que me hubieran frotado grasa de pollo en la cara a cada rato. La única palabra con la que podía describirla era hermosa. Ni siquiera se veía ordinaria o de mala vida por su vestido.

Al contrario, embelesaba a cualquiera. Y también descubrí que era veloz. Escapando con gracia entornando los ojos o ignorando. Escurridiza, como cuando pretendes agarrar el agua, pero no puedes.

Al parecer, por la confianza con la que caminaba, con la que contestaba a las miradas lascivas de los hombres, estaba acostumbrada a ser el objeto de deseo del sexo opuesto. Me puse en su lugar y sentí la cara arder. Jamás había sabido bien cómo lidiar con mi sexualidad ni ser capaz de usarla a mi favor. Nunca me sentí atractiva ni sensual. Rechazaba cualquier insinuación de ese tipo por la enorme incomodidad que me provocaba. Tal vez por ello, siempre terminaba como una más de los chicos. La machorra que podía ensuciarse jugando en el barro, competitiva, con más bolas que ovarios y que casi siempre ganaba.

A veces me cuestionaba eso: ¿será que hizo todo lo que hizo porque yo no estaba lista?

Por miedo.

A la hora, luego de una serie de advertencias, finalmente concluyó el acto y progresivamente el teatro se fue vaciando. Me incitaba curiosidad la clase de relación que mantendría Irina con Harry. Sin juzgarla, ella parecía ser el tipo de chica que abría fácilmente sus piernas por gusto. Quizá existían varias noches compartidas entre ellos dos. Negué con la cabeza rotundamente, no me incumbía lo que hiciesen o no en su intimidad.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2017 ⏰

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The Moments We Left Behind [One Direction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora