Capítulo 1. Bienvenida Sara

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La lavanda es una planta resistente, le gusta el sol, no necesita grandes cantidades de agua para subsistir, pero extrañamente en aquel rincón de la tierra, la lluvia bendecía los suelos con cierta frecuencia y, la lavanda poco a poco se acostumbró a esas gotas de lluvia, a su presencia dulce y fresca... a su mágica compañía...

Guanajuato, México, principios del siglo XX

La tarde corría nublada, húmeda y había una cierta melancolía atravesando los valles...

—Buenas tardes, ¿aquí es la residencia Columan?

—Así es, ¿En qué puedo ayudarla?

—Busco a la Sra. Iris de Columan, soy Sara, vengo de parte del Sr. Obispo

—Ahh sí, pase Sara, ya la esperábamos.

—Gracias.

—En unos segundos estará la Señora Iris con usted, siéntese por favor.

El vestíbulo era  amplio, con algunas plantas de follaje verde brilloso y un gran espejo enmarcado en oro, desde el cual veía mi reflejo, con el cabello lacio y obscuro cayendo a cada lado de mis hombros, enfundada en mi vestido sencillo color lavanda y coronando mi cabeza el sombrerito con un ramillete de florecillas naturales, en definitiva, eso era lo mejor de mi modesto guardarropa.

La puerta se abrió de golpe y entró un hombre maduro, elegantemente ataviado; con cierta indiferencia apenas saludó sin ni siquiera dirigirme la mirada. Lo vi a él por primera vez y el corazón se detuvo por un segundo, parecía una copia al carbón de Cédrick. El impacto creció más al escuchar su potente grito.

—¡Adalberta! —grito con autoridad

El ama de llaves, la misma que me abrió la puerta, llegó corriendo al vestíbulo, casi derrapando.

—Sí señor, dígame, ¿en qué lo puedo servir? —se notaba nerviosa y solícita con el hombre.

—¿En dónde está la señora?

—No tarda en bajar Señor, no se sintió bien durante la tarde, pero ya está dando los últimos toques a su arreglo y en unos minutos estará lista.

Todavía no acababa la frase, cuando una mujer increíblemente hermosa apareció en la parte superior de la escalera, usaba un vestido entallado y largo, ¡tan lindo!, portaba un tipo de diadema de brillantes sobre su cabeza la cual contenía a sus rizos dorados, perfectamente peinados y acomodados.

Bajó la escalera suave, parecía que flotaba, yo me puse en pie, dado el rigor que se observaba en aquella sala de parte de todos para con ella, como si se tratara de una reina.

Él estaba embelesado al verla. Bastaba observar la forma como la miraba, para descubrir lo que ella despertaba en él.

Al llegar al vestíbulo, él se acercó y le dio un beso en la boca.

—Te ves hermosa

—Gracias —dijo ella con cierta indiferencia

—Adalberta, ya nos vamos

—Disculpe Señor, perdón que lo interrumpa... Señora Iris, ya está aquí la Srita. Sara, la nueva nana del niño.

—Ahhh sí, ¿qué tal Sara?, recibí las cartas de recomendación que me envió sobre usted el señor Obispo, bienvenida a su nuevo trabajo.

—Gracias Señora— respondí con una ligera reverencia.

—Así es que... ¿usted será la nueva nana de mi hijo? —preguntó el hombre de forma seca, mientras sostenía su propia barbilla y me observaba como si fuera un bicho raro. Al escucharlo dirigirse a mí y verlo de frente con el ceño fruncido, pasé saliva, tenía una personalidad imponente.

Amor entre lluvia y lavandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora