Capítulo 2. Vientos de cambio

20 2 0
                                    


Las semanas fueron transcurriendo y el pequeño Fernando y yo conectamos desde el primer momento, era un bebé dulce y cariñoso, nos identificamos muy bien, me alegraba cuidarlo, bañarlo, alimentarlo e irlo educando poco a poco, y él apenas me veía entrar en la habitación, se ponía en pie en su cuna y estiraba sus brazos hacia mí para que lo cargara, era un niño muy inteligente.

Todas las tardes salíamos al patio a jugar en el enorme jardín. Aquella tarde, la Sra. Iris, estaba recostada en un tipo camastro cubierto por un dosel, el pequeño Fernando se acercó al lugar, ella lo vio, le hizo un breve cariño en la mejilla e inmediatamente dijo con voz fuerte:

—¡Sara!

—Sí señora— estaba apenas a un par de metros de ahí.

—Llévate a Fernandito, necesito descansar.

—Sí señora

Muy dentro de mí, me dolía la indiferencia de la Sra. Iris hacia su bebé, pasaban días enteros, en los que no lo buscaba, ni siquiera lo veía. Muy diferente a Don Fernando, quien aprovechaba cualquier momento que pasaba en la hacienda para estar cerca del pequeño, para cargarlo o jugar toscamente con él. Apenas podía creer como su dureza de carácter se suavizaba cuando tenía al niño cerca, su mirada se transformaba y aunque al principio frente a mí no demostraba todo su afecto hacia el pequeño, poco a poco se fue soltando.

Esa tarde, cuando llegó a comer, me mandó llamar, a mí se me encogió el estómago, me ponía muy nerviosa frente a él, ahora entendía el por qué la mayoría de los empleados se ponían tensos cuando él los mandaba llamar.

—Buenas tardes Señor, me dijo Adalberta que me está buscando

—Sara, ¿Cómo se ha sentido con su trabajo y en esta casa durante las semanas que ha estado aquí? ¿Cómo ve al bebé? —me lo preguntaba sin verme a los ojos, mientras firmaba unos papeles.

—Muy bien Señor, muchas gracias, todos aquí han sido muy amables conmigo. Fernandito es un niño excepcional, muy alegre y cariñoso, creo que hemos desarrollado un vínculo sano para el niño, sin duda se ha ganado mi cariño.

—Me alegro por él, necesita ese apego por una figura femenina —replicó él.

—Así es Señor.

—La Sra. Iris lo adora, pero la fragilidad de su salud, no le permite tener un mayor acercamiento al niño —Lo decía tratando de parecer indiferente, aunque una cierta tristeza se asomaba entre su voz, era obvio que la amaba y por eso justificaba la indiferencia y frialdad de ella hacia el bebé.

Yo solo asentí.

—Sara, prepárese y prepare el niño, que más tarde lo llevaremos con el médico.

—Pero el niño está en perfecto estado —respondí

—Cada cierto tiempo lo llevo a una revisión con mi amigo el Dr. Freeman, solo para confirmar que su proceso de crecimiento sigue un patrón normal, porque tuvo algunas complicaciones al nacer y todavía no sabemos si eso pueda traer repercusiones en su desarrollo. Después de la comida nos vamos.

—De acuerdo señor.

———

Corrí a alistar al niño, su maleta de salida y también a alistarme yo.

Después de la hora de comida, el carruaje nos esperaba, Juan Valdivia lo conducía, ese hombre que no me gustaba nada por la forma como me miraba.

Al empezar a avanzar el carruaje, Fernandito se empezó a inquietar y a llorar, su padre inmediatamente lo sentó en sus piernas y trató de tranquilizarlo, pero el niño estaba totalmente inquieto y lloraba con desesperación.

Amor entre lluvia y lavandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora