Nostalgias

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Porque veo sin mirar y oigo sin escuchar. Porque estoy llena de nada y vacía de todo. Abro los ojos y fijo mi mirada en un cielo estrellado que se posa ante mi.

-¿Qué miras?- Oigo una voz que se dirige a mi.

-Nada.

-Algo debes estar mirando...- me insiste la tenue voz.

-Las estrellas, quizá...

-Eso es lo que estás viendo, pero dime, ¿qué miras?

Tiene razón, mi deambulante mirada perdida ve las estrellas, ve la nada, ve aquel manto frío y negro con pequeños destellos blancos rompiendo su oscuridad colocado sobre ella, pero realmente lo que mira es otra imagen.

-Mira... Miro  a una niña.- Digo aún dudosa de responder.

-¿Y cómo es?

Tomo aire y medito antes de contestar, mas sin tener la posibilidad de percatarme de ello, mis palabras comienzan a salir como si de una melodía impulsada por la vibración de las cuerdas de su instrumento se tratara.

-Su rostro esboza una ilusa sonrisa, sus ojos son azabaches y blanca su tez. Sonríe abiertamente dejando al descubierto una imperfecta dentadura blanca.

-¿Y qué es lo que la hace sonreír?- pregunta curiosa la voz cuya procedencia aún desconozco.

Intento recordar… aquel día, aquella risueña chiquilla no se encontraba sola, dos mujercitas también estaban allí, y junto a ellas, una mujer de mediana edad.

-Se divierte, es feliz. No tiene preocupaciones más que pasar el día junto a las mujeres que más quiere y, conocedora de que un gran hombre aguarda su llegada al hogar se llena de satisfacción.- Una gota de agua salada se derrama por mi mejilla.

-¿Por qué lloras?- preocupada me pregunta.

-Aquella niña... la dicharachera chiquilla a la que estaba mirando ha desaparecido, se fue- tras estas cortas palabras otra lágrima se escurre por la curva de mi rostro.

-¿Por qué? ¿A dónde partió?- Me pregunta extrañada.

-Lo ignoro. Acontecimientos sucedieron y aquella muchacha cambió. Desconozco su paradero, mas tengo la certeza de que la volveré a ver.

No obtengo contestación por su parte y me temo que el silencio es la respuesta por la que aguardo.

Siento húmeda mi tez, y es ahí cuando me percato de que la tristeza y la melancolía ganaron esta batalla contra mi fortaleza.

Esa niña... ¿Tan segura estoy de que volverá algún día o es una mera excusa para poder continuar sin ella?

Han pasado días de aquella vez, estoy absorta en mis pensamientos mientras miro por la ventanilla del autobús cómo las gotas de agua resbalan sobre el cristal cuando una voz que me resulta familiar se dirige a mi.

-¿La añoras?

-¿Perdón?- Pregunto confusa y sorprendida ante aquella repentina pregunta.

-Si la añoras, a la niña.- Me aclara rápidamente.

-Sí, la extraño con todo mi ser.- Respondo apenada pero segura.- Aquella pequeña risueña de largos cabellos negros me enseñó todo lo que soy hoy. Es por eso que sé que nunca superaré su pérdida, mas ella aún no ha muerto, en mi está, pues algunas de sus actitudes aún conservo. Pero años ha que aquella enorme y despreocupada sonrisa que tanto amaba de ella no he visto y temo no volverla a ver jamás...

-¿Si tanto pesar te provoca su recuerdo por qué no intentas olvidarla?

Aquella nueva cuestión consigue que reflexione durante unos segundos que parecen interminables para luego poder contestar.

-Porque no es su recuerdo el causante de mis lágrimas saladas. Los sentimientos ahora pesadumbrosos que siento son causados por felices recuerdos los cuales la mágica nostalgia tiene el honor de acompañar y es ahí cuando una triste sensación de derrota ante la melancolía lentamente corroe mi interior. Y porque olvidarla sería desterrarla de mi corazón.

Cuando acabo de hablar me doy cuenta de que aguardo por una respuesta que jamás llegará.

Pasan los días y aquella voz que siempre me pregunta curiosa sigue apareciendo; nuevas preguntas me propone a las cuales yo intento responder con la mayor sinceridad y claridad. A veces me pregunta sobre la chiquilla de ojos azabaches, sobre su carácter, sobre su físico, sobre sus gustos, sobre todo. Sigo desconociendo de dónde proviene la voz, pero no puedo evitar que me resulte familiar.

-Ella te necesita, ¡ayúdala!- me ordena furiosa.

Dejo mis menesteres y atentamente la escucho.

-Se está ahogando. ¡Es tu culpa!- ¿cómo? ¿mi culpa? Durante un segundo mi respiración es cortada.- Sí, tu culpa.- me dice como si hubiera leído mis pensamientos.- Recuerda que ella vive en ti, en tu interior. Si continúas así la matarás.

No logro oír nada más que silencio. Aquella gritona voz que segundos antes me reprendía desapareció tras su aviso. ¿Qué quería decir con que la estaba matando? La incertidumbre me asfixia.

Oigo las furiosas aguas saladas cuando rompen al chocar con las angulosas frías rocas. Observo el cielo tapado por grises nubes de lluvia, parece como si se fuera a caer. “Se está ahogando”, “ella vive en tu interior”, “la matarás”. Las palabras de aquella voz aún consiguen perturbarme... por mucho que pienso no logro hallar respuesta a aquel “enigma” planteado.

-¿Cómo puedo ayudarla?- se escapa suavemente en mi suspiro.

-Sé feliz.

-¡Has vuelto!- exclamo casi sin querer.- ¿A qué te referías la última vez que hablamos?

-¿Aún no lo sabes? Pensé que había sido clara. Cuanto más triste estés, tu corazón será como el paisaje que contemplas. El fuerte y frío viento soplando mientras mueve las aguas de un mar tornándolo revoltoso, furioso y gris por el cielo reflejado. La marea sube y todo lo que se haya  cerca de ella corre peligro. Aquella niña a la que tanto amas reside en tu interior, en tu corazón. Cada vez que la recuerdas la lluvia cae ferozmente ahogándola en sus turbulentas aguas. Pero si cambias, hallando la paz que tanto ansías, la niña podrá permanecer en calma, sonriendo despreocupadamente como tanto anhelas. Piénsalo. Deja de vivir en el pasado que tanto amaste y sé feliz con los pequeños detalles de cada día.

Años han pasado desde la última vez que escuché aquella voz y si soy sincera temo no volver a oírla. Sus palabras me conmovieron consiguiendo un cambio en mi actitud. Hay días en que mi corazón aún llora anhelando volver a ver a aquella chiquilla de largos cabellos negros, pero hoy he aprendido a valorar cada momento, disfrutando el presente, sin temor al futuro y sin tormentos pertenecientes al pasado.



















Naomi Cavalli

16/11/2015

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