Prólogo.

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Sábado, 31 de Octubre del 2015, 15:43 horas


Reposaba tranquilo sobre mi cama, dormía con una calma que nunca más llegaría a tener. Mi pecho se movía de arriba abajo y en mis párpados veías como mis ojos no dejaban de moverse a pesar de tenerlos cerrados. Estaba soñando, un sueño de esos en que ves cosas que no puedes explicar, de los que necesitas tener mucha paz para tenerlos. No era un sueño cualquiera, era una regresión a mis recuerdos.

Dicen que hubo héroes que lograron inmortalizarse en las estrellas junto a los dioses, pero el orden universal no dice que los humanos puedan igualarse a un dios. Por mucho tiempo vivimos creyendo que ellos nos salvarían y que viviríamos protegidos a su lado, sin dolor, sin sufrimiento, sin penas. Lo cierto es que en las estrellas solo están perpetuados los recuerdos de muchos grandes héroes que, por soberbia, intentaron llegar hasta donde residen los inmortales.

Estaba sentado frente a una enorme mesa de madera, junto a mí estaban muchos hombres mayores que yo, todo ellos vestían de una manera extraña y sus rostros parecían ser de un lugar lejano a mi ciudad. Todo se veía viejo, antiguo, pero al mismo tiempo joven y sin mucho trabajo. El lugar estaba alumbrado por la luz del día, aunque no podía encontrar ninguna lámpara o algo parecido. Las paredes eran de piedra y algunos detalles de materiales claros y brillante, parecía ser un mármol muy poco pulido, hasta podría pensar en un material sin procesar. A uno de los extremos de la habitación había una especie de trono en el que estaba sentado un hombre vestido con colores purpuras, a su lado estaban sentadas varias mujeres. Fue en ese momento en que reaccioné, todo estaba extrañamente detenido, nadie se movía excepto yo, me levanté y caminé un poco observando el lugar, me giré viendo hacia la silla donde se suponía que yo estaba, pero parecía que ya había alguien más ahí; un niño de algunos años menos que yo. De pronto ese niño se giró y me vio directo a las ojos, una clase de conexión se formó entre nosotros, él cerró los ojos y yo imité el movimiento. El sonido de llamada comenzó a tomar presencia en mi cabeza y con ello volví en mí y cuando abrí los ojos estaba de nuevo en mi habitación.

Tomé mi celular y deslicé mi dedo para atender la llamada. — ¿Sí?

— ¿Cómo estás, Dylan? ¿Ya estás listo?

—Pues muy bien, me acabas de despertar, así que no, no estoy listo.

—Entonces ve preparándote que esta noche será épica.

—Sigo dudando de que vaya a funcionar tu plan.

—Y yo ya te dije que no deberías dudar en mí, ¿Cuándo han salido mal mis planes?

—No puedo responder eso porque nunca resulta como lo planeas.

—Pero eso no significa que salgan mal.

—No puedo discutir contigo en este estado, mejor deja me arreglo y paso por ti.

—Ese es mi amigo.

—Pero no te emociones, mientras lo hago pensaré en cómo hacer que nos dejen pasar a esa fiesta.

—Y si no lo hacen arderá Troya.

—Como digas.

Epílogo De Una Guerra - PatrocleaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora