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"-¿Qué tenía aquello para que valiera tanto la pena?
- Decían que estaba prohibido."

Mina


Sesenta y nueve, setenta, setenta y cinco...

¡Oh no! Otra vez me toca tomar el circuito de buses. Adiós a mi lujoso gusto del día; tomar el subterráneo hasta el trabajo.

Miro resignada a Sr. Bakon, mi alcancía en forma de cerdito feliz y alegre.

Acomodo un poco la blusa sin mangas que elegí para el día de hoy. Y no. El violeta no me favorece. En realidad soy de esas personas que no tienen un color que los identifique. Resoplo resignada el mechón de cabello esponjado que se desliza rebelde por mi mejilla, delante de mi oreja.

¿Qué le sucede hoy a mi cabello? ¿Lo acaricié con electricidad anoche?

Bajo las escaleras, tarareando la canción que mi tía oye en la radio. Su programa favorito "El aclamado del Señor" se emite todas las mañanas y es nuestra cortina musical durante todo el desayuno. Religiosamente. Sin falta. Le doy los buenos días pero ella no me nota, está realmente enfrascada en la canción que suena en este momento. Mueve sus manos y aplaude. Tía Julia se gira, olfateando mi presencia en la mesita del desayunador.

— ¡Cristo Santo, Milena!— sacude sus manos en su delantal. —Ponte una blusa más recatada. Mira nada mas como enseñas todo el busto con eso. No entiendo como las jovencitas de ahora enseñan la piel sin pudor...

—Déjela mamá con esas picaduras de mosquito no es mucho lo que puede enseñar— el tonto de mi primo Lucas entra a la sala, luciendo igual de drogado que todos los días. Tía Julia le da la bienvenida con un escandaloso beso en su mejilla y su típica bendición matutina.

Llego veinticinco minutos antes a la veterinaria donde trabajo. Bueno, entré a este lugar como pasante hace un año aproximadamente. Hunter, el dueño, es uno de mis profesores. Él me dejo formar parte de su equipo gracias a mis excelentes notas. Creo...

—Lo siento Chewy, — me disculpo con el pequeño perrito y continuo lanzando agua con la manguera sobre el piso de metal de la jaula— es el efecto secundario de tu medicación.

Mi jefe hace su ruidosa entrada saludando a los pericos que están para vacunación desde hace un par de semanas. El escándalo me advierte que hoy viene de muy buen humor.

Cosa extraña en él desde que Becky lo abandonó por Charlie. Otro de sus empleados.

—Hola Mina, —ojea los restos de caca que son absorbidos por una de las rejillas, — ¿Hay más trabajo que ese? Necesito a alguien que me asista en un control de rutina.

Mis ojos se abren de la impresión. Hace tanto tiempo que Hunter no me pide ayuda como veterinaria que este momento es digno de celebración.

— ¿Es enserio? — pregunto esperanzada de que él no bromee esta vez. — ¿Qué tipo de trabajo?

No soy melindrosa con mi trabajo. Pero quiero estar preparada ante cualquier contingencia. Tía Julia dice que siempre es bueno abrir el paraguas con anticipación apenas se perciben nubes.

—Sí, hay un grupo de equinos que necesitan su control mensual. Jake me dijo que los dueños son algo quisquillosos— se encogió de hombros despreocupado. — No tengo a nadie que me asista, y eres bienvenida.

¡Si, Si! Caballos. Este día no puede ser mejor. Son los mejores animales que he tenido el placer de estudiar y conocer.

—Por supuesto que voy contigo. Ahora preparo la camioneta y el maletín.

La mansión a la que nos dirigimos es esplendorosa. Asombrosa. Gigante. Y todos los adjetivos que mi cabeza pudiese idear frente a tal joya arquitectónica. Apostaría mi vida, y seguro que ganaría, a que pertenece a personas muy poderosas dentro del país. Cuando pasamos la primera guarda de seguridad y dieron aviso de nuestra presencia comencé a aplaudir. Hunter me observó risueño, advirtiéndome que guardara la compostura.

"Allegheny III" se lee en uno de los carteles frente a la casa. Nosotros seguimos por otro sendero, dirigiéndonos exclusivamente al área de las caballerizas. Atravesamos un gigantesco campo de golf hasta finalmente llegar al lugar acordado.

—Bien Mina. ¿Puedes descargar el equipo mientras voy a saludar a uno de los cuidadores?— Hunter ni siquiera espera mi respuesta y se adentra en una de las casuchas. — Gracias dulzura.

Descargo dos de los maletines, el equipo de rayos X portátil y una de las cajas de herramientas de Hunter. Este lugar sí que se ve cuidado. Hay alrededor de cinco caballos, de los mejores ejemplares que he visto.

Comenzamos nuestro trabajo y mi jefe se entretiene babeando por un semental de color blanco, Zeus.

— ¿Puedes revisar la herradura de ese?— me señala antes de que termine de transcribir los datos que me iba pasando, — intenta acercarte con cuidado, es algo... obtuso.

Un hermoso ejemplar color chocolate se mostraba majestuoso, tenía una caballeriza especialmente diseñada para él, separa del resto de los animales. Quise silbar, si supiese como hacerlo, de la impresión que tal animal me producía. A diferencia de Hunter yo sabía que el caballo no reaccionaria mal conmigo.

Teníamos una especie de conexión.

Hola bonito— acaricié su hocico con delicadeza. El animal relincho, pero me permitió seguir acariciándole. Hunter, nuevamente se perdió en la casucha, entretenido con vaya Dios a saber qué.

— ¿A dónde? ¿Estás seguro de que es esa casa? — un hombre se acercaba hablando demandante por teléfono. —Bien, quiero que lo sigas. Al mínimo signo de alerta me avisas.

Y cortó.

Al girar mi cuerpo, alertada por un exquisito aroma a menta y limón me encontré con un ejemplar masculino mucho más esplendoroso que el excelente semental al que revisaba. Enfundado con un traje de polo, al parecer recientemente utilizado, y con botas de montar se acercaba impasible el hombre más sexy que había visto en mi vida.

¿Y creía que mi día no podía mejorar?

<<Mina, por favor contrólate. Tu trabajo recuérdalo.>> Intentaba disminuir la súplica de mi alma con algo de sensatez. Pero fallé estrepitosamente. Lancé las pinzas que utilizaba al piso y corrí. Corrí hacia él... y por él.

Mío— mis flacuchos brazos le rodearon el cuello, aferrándome de manera insistente a su cuerpo. Había anhelado durante tantas noches este momento. Nos había imaginado en tantos escenarios distintos, pero nada podía superar la intensidad de este momento. ¡Gracias Diosa Luna! ¡Mil veces gracias...!

Dos fuertes manos tomaron mis brazos y me apretaron con fuerza pero sin llegar a lastimarme. Fui separada abruptamente de la deliciosa fuente de calor que había adquirido.

— ¿Cómo te atreves siquiera a tocarme, bestia inmunda?— los ojos más bonitos que había podido observar me miraban furibundos. Había una gran tormenta en su interior, debatiéndose entre arrancar mi corazón o desgarrar mi garganta.

Ni siquiera una tonelada de la materia fecal de Chewy apestaría tanto como mi situación en estos momentos.







Les doy oficialmente la bienvenida a la mente de Milena.

Les doy oficialmente la bienvenida a la mente de Milena

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