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"El arrepentimiento caracteriza a los cobardes, quienes no son capaces de asumir sus propios actos."

Thanos

Observo las pequeñas gotas de lluvia deslizarse por el cristal de la ventana. Respiro profundo, enterrando de una vez por todas esos pensamientos que me abordan a raiz de la próxima junta.

Percibo el momento exacto en el que Sutter duda entre golpear la puerta de mi oficina o no. Se decide finalmente por tres golpes suaves. Niego aburrido. Tal parece que mi asistente no aprenderá jamás.

Él entra despues de un cordial asentimiento de cabeza a modo de saludo. Saca la agenda que trae debajo de su brazo y comienza a leer la sarta de idioteces con las que tengo que cumplir el día de hoy. Llega hasta un punto, al parecer importante, y se detiene a preguntar.

—Señor... ¿enviamos las flores?— garabatea en el papel. — El pago al personal involucrado ya se efectuó.

—No — él no replica un porque simplemente marca el cuadriculado con una X. —Thadeas dijo que le daba un 6/10. No vale la pena ese insignificante gasto. Apenas y superó la media.

Abandonamos mi oficina y me dirijo a la sala de reuniones de la compañía. Sutter se mantiene a mis espaldas mientras el resto de los empleados desvía la mirada a medida que paso por sus sectores.

Como todas las veces en las camino hacia ese lugar mi mente regresa al primer día que visite esta empresa. Ese nefasto día en el que aprendí de la peor manera que la ambición no tiene límites y el daño que puede llegar a ocasionar no se detiene por la edad de quien la sufre.

*** Flashback***

Caminábamos rápido intentando seguir el paso de Sutter, él revisaba un par de carpetas con muchas hojas dentro. Thadeas tonteaba con su videojuego a mi derecha. Y yo pretendía que un quisquilloso Blaine de tres años no rodara por el piso.

Sutter, en ese momento asistente de mi madre, nos miraba notoriamente incómodo con nuestra presencia. Él nunca había sido un hombre de muchas palabras, pero era uno de los pocos empleados amables con los tres niños, hijos de la gran jefa.

—Galatea, no puedes dejar las riendas del negocio a un crio como Thanos... bueno y el otro...Thadeas— el viejo Stone, uno de los socios de mi difunto padre estaba en medio de una rabieta al saber que en cuanto Thadeas y yo tuviésemos los conocimientos necesarios el manejo de esta compañía transcontinental pasaría a nuestras manos.

—Apenas cumplan los dieciocho años ellos estarán a la cabeza de las empresas Corfú. Son los herederos de Thomë —mi madre golpeo con fuerza la punta del bolígrafo que sostenía sobre la mesa.

—Eso es algo que todavía no se sabe. La junta directiva ya te hizo llegar su misiva sobre el análisis de ADN que se requiere.

— ¿Cómo te atreves?

— ¿Cómo me atrevo a qué? ¿Acaso la gran Señora Galatea tiene algún muerto en su placard?— hablo Stone con cinismo en su voz, — no eres una mujer intachable, querida. No creo que Thomë Corfú haya sido el único hombre en conocer tus sabanas. ¿O me equivoco?

La rabia surgió en mi. Este era el escenario con el que mi madre lidiaba a diario. Frente a todo el mundo era una mujer fuerte, que jamás agachaba la mirada ante nadie. Mantenía la frente en alto ante todos aquellos que querían mermar sus logros. Mientras que en casa, lloraba en la soledad de su habitación.

En una de esas ocasiones, mientras amargas lágrimas bañaban su rostro le pregunte por qué dejaba que estos hombres la disgustaran así. Ella respondió que cerrar los ojos e ignorar lo que se hablaba no iba a cambiar nada. Nada desaparecía por el simple hecho de no ver lo que estaba pasando. Las cosas serían aun peor cuando se hiciera nuevamente consciente de esa situación.

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora