El primer 15 de Agosto.

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 El 15 de Agosto, a las 12 y media de la tarde, hacia muy buen tiempo, pensé mientras miraba la pantalla de mi celular.

 Caminaba por la calle mirando hacia el cielo, iba a  encontrarme contigo en el parque, nuestro lugar de encuentro de siempre.

Llegué, te busque con la mirada por todos los juegos. No estabas.

Fui a sentarme en un columpio. Tendría que esperarte.

Con el celular todavía en la mano, la llevo a mi frente y observo el sol. Que calor.

No me di cuenta cuando  llegaste, tomaste  lugar en el columpio de junto. Traías un pequeño bulto negro cargando.

Un gato.

Bajo los brillantes rayos del Sol que podrían hacerte enfermar, hablaba contigo sin nada más que hacer.

“Pero, ¿sabes? No me gusta mucho el verano”. Murmuraste con fiereza mientras acariciabas al gato.

De repente, el gato salto de sus brazos y empezó a correr. Tu  corriste  detrás de él, tratando de alcanzarlo. Pero, el gato cruzo la calle y tú estabas en medio de ella.

Ah. El gato huyó de ti y tú lo perseguiste.

 Cuando la luz del semáforo cambiaba a un deslumbrante rojo y mostraba a una personita detenida.

No puede ser.

Corrí y grite hacia ti tratando de alcanzarte. Tratando en vano.

De pronto; un camión apareció de la nada y mientras gritabas, te golpeó.

No puede ser.

Tu cuerpo cayó al suelo. Lleve mi mano a la boca y abrí mucho los ojos, horrorizado.

La sangre esparcida mezclada con tu perfume me ahogaba.

No. No. No.

Sin ser capaz de producir sonido alguno de mi boca. Empecé a llorar.

Y entre la bruma de mentiras, “esto no es mentira” reía la bruma de calor en frente de mi.

Aparte mi mano de mi boca.

El cielo azul del verano, al igual que al interrumpir una cigarra, se esfumo de golpe.

Todo se volvió obscuro.

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