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AMELIA

Un vaso de whisky era todo lo que necesitaba para sobrellevar la noche, no soy una alcohólica pero unas cuantas copas hace que cualquiera que tenga millones de cosas en su mente logre relajarse por unos momentos.

Nunca he sido de esas chicas que lo primero que tengan en mente acerca de un fin de semana sea salir pero me he dejado convencer. Ahora sería una increíble opción desaparecer solamente que sería algo descortés dejar hablando sola a la persona que obligó a venir hasta aquí; a un lugar donde todas las personas tienen menos espacio vital que una lata de alimentos, las  mujeres se restriegan contra los hombres que se encuentran o entre sí mismas para logar una par de bebidas gratis y a pesar de ser unos de los bares con mayor seguridad se puede distinguir más de un par de menores de edad alcoholizados.

-¿Tan siquiera me estas escuchando?- Su ceño fruncido indicaba que si no contestaba aquella pregunta me metería en grandes problemas. Desde pequeña ha tenido una manía sobre la atención; cuando descubría que alguien dejaba de escucharla daba media vuelta. Si volteabas la vista por cualquier razón un gesto de molestia re apreciaba en su rostro. Con el tiempo su actitud fue mejorando pero no ocurren milagros. 

-Sí te estoy escuchando- afirme con una sonrisa de satisfacción al ver que siguió hablando sin ningún rastro de molestia y con gran alivio de saber que puedo mentir con facilidad.

No lo tomen a mal, no es precisamente que sea una mala amiga por no escucharla pero la plática no es de lo más cómoda cuando es entorno a sus aventuras sexuales, mucho menos cuando se encuentra hablando de un viejo amigo. ¿Quién diría que el callado y tímido Thomas era tan bueno en la cama que podría hacer todo un libro erótico con su actividad sexual?

Charlotte no era precisamente alguien que estaba de cama en cama pero sabía la medida exacta del placer, tenía principios y no era cualquier perra que destruía matrimonios. Todos sabían sus reglas del juego: una noche, ningún dato personal y era ella quien elegía con quien acostarse.

En cambio yo, 24 años y lo más emocionante que tengo son los relatos de mi amiga. Tengo una palabra para describirlo: PATÉTICO. De pequeña era esa niña quien le agradaba a las personas mayores y cualquier mamá quería tener una hija como yo o rogaban para que influenciara a sus hijas a ser una mejor persona. Mis calificaciones eran siempre sobresalientes y siempre fue el primer lugar en clases. Con las niñas eso fue me beneficio enormemente, sabía socializar con ellas, tenía una gran cantidad de amigas.

Mi gran problema fue con los hombres. Me costaba mucho hablar con ellos sin algún insulto; parecía que los odiaba. Nunca tuve la suficiente confianza para ir y hablar tranquilamente con ellos, pedir su número de teléfono o incluso saludarlos en cualquier lugar donde me los encontrara y tampoco era "lo suficientemente atractiva" según sus estándares. 

¿Y quién diría que aquella chica tendría más de un plan de seducción bajo la manga?

 -No me estas escuchando, ¿en qué piensas?

-Pregunta porque no lo hago-.

-B-bueno te entiendo. Es algo incómodo escucharme hablar acerca de eso cuando tú no, pues ya sabes.

-¿Solo un poco?-Conteste riendo, al final se terminó dando cuenta de lo incómodo y que no quería seguir escuchándola-. ¿Enserio te da vergüenza decir que sigo siendo virgen pero no decir en que tantas posiciones lo hicieron el pequeño Thomas y tú?

-Mira que de pequeño no tiene nada. Ahora dime en que piensas aunque creo que en tu mente se encuentra alrededor de una persona que no es precisamente un ojiazul.  

-Te voy a decir la verdad. No quiero hablar ni pensar en estos  momentos, quiero regresar a mi casa y ver a Harry, no a mi prometido, no a nadie más, solo a él.

-Eres una virgen peligrosa ¿lo sabías?

 Charlotte sonrío con picardía, ella sabe mi plan, sabe mis deseos y sabe muy bien que en ellos no está incluido Louis, mi prometido.

Virgen peligrosa ( 2015)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora