«Por segunda vez.»
―Jennifer
Hay gestos que lo dicen todo sin necesidad de palabras. El suave roce de los labios de Josh en mi mejilla, antes de que mis ojos se abrieran, era uno de esos gestos. Él me hacía sentir única, la mujer más afortunada del mundo.
Y probablemente lo era.
―Buen día, Luz ―dijo cuando finalmente entreabrí mis ojos.
Él estaba de pie junto a la cama. Solía sonreír a esa escena con más intensidad cada día, pero en ese momento sonreí más a la bandeja con el desayuno que estaba encima de la mesilla de luz. Un vaso lleno de jugo de naranja, un par de gofres y mucha jalea de fresa era mi sueño hecho realidad.
Mi sonrisa se amplió.
Él lo recordó, pensé para mis adentros mirando la fecha en la pantalla de mi móvil.
Era más que un día común de octubre, era nuestro segundo aniversario de casados.
―Buen día, Bichito ―le devolví sentándome en la cama para estirar mis labios en su dirección.
Josh se inclinó, sonriéndome, y posó su boca sobre la mía por un instante. En mi intento de profundizar el beso, lo atraje desde la nuca. Él se apartó alzando una ceja y retrocedió un paso.
―¿Qué? ―cuestioné.
―Me gusta mirarte ―admitió deslizando la vista desde mi cuello hacia mi sostén.
―A mí también me gusta mirarte ―reí por lo bajo―, pero no por eso te miro como si fueras un filete recién cocinado, sazonado y servido en... ―me detuve cuando bajé la mirada a su cuerpo.
¿Qué...? Claramente no era un filete, pero tampoco era el Josh que hubiera esperado ver. Su pijama no estaba cubriéndolo; era una camisa, metida bajo un pantalón de franela, y sus zapatos bien lustrados los que cubrían su cuerpo.
―¿Vas a ir a... trabajar? ―dudé sin poder terminar mi frase anterior.
La confusión en su mirada me hizo estremecer.
―Oh, uh, sí ―titubeó―. ¿Por qué? ―alargó mirando el calendario en la pared, para luego desviar la vista a su reloj de mano―. Es miércoles y son las siete y veinte. Debo ir a dar clases, como todos los días.
¿Cómo todos los días? ¿Acaso este no era diferente?
―P-pero... ―callé lentamente.
―¿Qué pasa? ―cuestionó.
Parpadeé en un intento de alejar las lágrimas de mis ojos.
¿Josh había olvidado nuestro aniversario por segunda vez?
Tragué con fuerza.
―Nada ―sacudí la cabeza.
Sus cejas hicieron que su mueca luciera inestable; me miró a los ojos con disculpas.
―Jen...
―Solo pensé que íbamos a desayunar juntos ―me animé a decir.
―Lo haría, pero tengo prisa ―explicó inhalando con pesadez―. ¿Nos vemos para almorzar?
¿Otra vez lo mismo? No, por favor.
―S-sí ―dije sintiendo cómo mi voz se rompía al final.
No había terminado de decirlo, cuando Josh me besó en la frente y comenzó a alejarse. Estaba llegando a la puerta cuando sentí mis cuerdas vocales desesperarse.