—¿Te puedo abrazar?—preguntó Sana. —No—contestó secamente, Tzuyu. —¡Yah! Al menos déjame hacer eso—dijo Sana mientras hacía un puchero. —¡Pero ayer me dejaste en vergüenza!—respondió Tzuyu.
Ayer, Sana había hecho un escándalo en la casa de Tzuyu y los vecinos de ella la habían regañado.
—Se que me porté mal, pero al menos déjame darte la mano—dijo Sana, con su encantadora cara de cachorrito. —¡No!—volvió a decir, Tzuyu.
Pasaron unos cuantos minutos y el silencio hacía el momento mucho más incómodo.
Sana se cansó de estar tan separada de Tzuyu por lo que decidió darle un beso en la frente y salir rápidamente de la habitación en la que estaban.
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—¡Oye!—se quejó, Tzuyu. Sana comenzó a reír.
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—¡Te amo!—le dijo Sana mientras sonreía.
Tzuyu comenzó a perseguir a Sana por toda la casa mientras su sonrisa se hacía cada vez más grande.
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