Una noche fría, bajo las cobijas, pensando en ¿Quién soy? ¿Que doy ahora? ¿Qué aporto? Cada pensamiento que pasa por mi cabeza me hace dar suspiros profundos de agradecimiento con la vida, porque no soy perfecto, porque soy a veces un torpe y loco, pero todo lo que hago lo hago con amor, pensando en mí y en los míos, sin salirme del contexto, no quiero hablarle a otras personas por caer bien a todos o por querer molestar a alguien, no, quiero hablarle a las personas que me agradan, aportarles cosas porque eso es lo que me gusta y si, quizá sea una de las cosas por las que estoy en este mundo. Aprendo cada día a ser agradecido con la vida, a pensar en que lo que doy hoy no es suficiente, mañana debo dar más; si cometí un error aprendo y actúo mejor, si hice algo y no lo logré busco de nuevo una oportunidad y si esa oportunidad no está tengo la satisfacción de saber que lo intenté. Me gusta que las personas también luchen, tengan ganas de salir adelante, por eso es que quizá soy una persona cero rencorosa, porque todos fallamos y todos merecemos oportunidades, aunque detesto la gente que quiere dejar en ridículo a otras y siguen con su vida como si nada que juzguen pero jamás se autoevalúen, esto es un vivir de nuestro día a día, debemos meditar, saber en qué estamos fallando, dar más de nosotros para lograr lo que queremos, alegrémonos de los triunfos de los otros, deseémosle todo el bien a las personas, alegrémonos por las alegrías de los demás ¿Para qué recalcar lo malo? Para así mismo traernos cosas malas y estrés? No así no debe ser. Y sí hay personas que no se merecen los mejores deseos por cómo actúan, pero nunca hay porque desear el mal, la vida misma se encarga de las personas, nosotros deseemos el bien y dejemos que el destino nos recompense, seamos felices, vivamos la vida.
Cuestionémonos para mejorar, para buenos cambios.