Capítulo 2. (Parte 2)

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A mediados de aquel mes de septiembre, me despertaba con una idea recurrente cada mañana: me despertaba esperando que no estuviese viviendo la vida de otra persona. Pensaba en si realmente el mero acto de abrir los ojos (o no) en cierto momento, quería decir que lo hacía porque quería o porque lo quería otra persona. ¿Eran mis padres quienes me decían: despierta ya? ¿Era la facultad a la que tenía que ir? ¿Era alguien que no conocía? Lo que me preguntaba, en realidad, era ¿es esto lo que quiero hacer? No tenía respuesta.

Una nota: no pienses que siempre he sido así. Solo tengo sobre veinte años y estoy intentando entender lo que me pasa, porque nunca tuve claras tendencias autodestructivas ni suicidas en mi adolescencia. Nunca me dio por vestirme de negro ni escuché rock deprimente (mis padres decían que era música satánica...). Nunca fui aquello en lo que siento que me estoy convirtiendo.

Para comienzos de aquel mes de septiembre, me habían recomendado que me olvidase de lo que pasó en junio (como si fuese muy fácil olvidarlo) y, todo ello, pese a que todavía tenía pesadillas con lo que ocurrió. No te lo voy a contar ahora. No sé si tengo valor para contarlo.

Iba a comenzar una nueva vida. Ja, como si fuera tan sencillo... Iba a ser una vida prometedora, brillante y magnífica. Nuevos estudios, la facultad, el piso que compartiría con dos amigos (Nick y Brian), la posibilidad de dejar la sombra de Val atrás, el deseo de comenzar algo distinto, de cambiar, de mejorar. Había abrazado durante los últimos meses la idea de aquella transformación. Como si fuera mi salvavidas. Mi última esperanza.

Me equivoqué.

Pensaba que ya no debía ser Owen, el tipo al que nadie le hacía caso en el instituto, el chico que perdía todo tarde o temprano, el fracasado. Podía ser Owen a secas, pero cambiar de lugar es como la muerte: por mucho que te mates, seguirás siendo lo mismo. Sería Owen, al que nadie le hacía caso en la facultad, el chico que no perdía nada porque nunca logró nada, el estorbo.

Por mucho que abras tus venas, tomes las pastillas o te ahorques, al final del día esa sangre estará sobre tus brazos, ese vómito alrededor de tus labios y esa soga en torno a tu cuello. Nunca dejarás de ser tú.

Y todas mis ilusiones se fueron a la mierda aquel septiembre. El día en que conocí a Eva Reed.


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⏰ Last updated: Oct 31, 2017 ⏰

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