Incomprensible

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Diana nunca había entendido a Akko.

Cuando la conoció, creyó que era una chica torpe, irresponsable e inmadura. Y, a su parecer, había acertado completamente. ¿Qué tipo de persona, si no, asistiría a una escuela de magia, a pesar de carecer de ella? "Solo una cabeza de chorlito se lo plantearía", pensó, "Akko nunca podrá ser maga".

Pero, esta vez, Diana se equivocó.

Asombrada, ella misma observó como Akko esgrimía su varita con ingenio, creando así hechizos fantásticos, únicos, hechizos que Diana nunca podría imitar. Eran hechizos que creaban sonrisas, que ofrecían espectáculos nunca vistos, y eso, a Diana, la encelaba. ¿Cómo podía una chica así, tan simple, tan descuidada, tan normal, ser capaz de provocar tal cantidad de emociones, con una magia tan escasa?

Diana había comprendido, tras ver a Akko actuar en más de un centenar de ocasiones, que nunca podría compararse a ella. Porque Diana era bella, inteligente, y no una maga cualquiera, si no una maga extraordinaria, capaz de asombrar a cualquiera con su varita mágica. Pero su magia nunca haría a nadie reír, nunca haría a nadie sentir felicidad. Solo vería, hechizo tras hechizo, las miradas envidiosas de los demás, y labios que pronunciaban con desprecio el apellido de su familia.

Magas excepcionales, como Diana, siempre habían existido, pero Akko o Shiny Chariot eran excepciones, milagros envueltos en alegría. A su lado, ¿Qué era Diana? Una bruja cualquiera que, con el paso del tiempo, sería fácilmente olvidada. Nada más. Su increíble capacidad a la hora de formular hechizos era lo que la había llevado hasta allí, pero no algo que los demás recordarían. Su magia era una ilusión que pocos tendrían en cuenta, y que muchos olvidarían pasados unos años.

Diana sentía envidia. Quería culpar a esa torpe bruja, por lograr siempre lo que se proponía, por ser una elegida, por haber, simplemente, aparecido. Pero sabía, en el fondo, que no tenía nada que reprocharle. Diana había sido fría en incontables ocasiones, y no había mostrado interés alguno en ella, pero, aún así, Akko siempre había estado allí, sonriendo.

Cuando anunció su despedida, fue Akko quien corrió hacia ella, quien le tendió la mano y la sacó de aquél pozo de indecisión y tristeza. Era Akko, siempre Akko, la única que le sonreía con sinceridad, la única que la veía como una igual y no como una diosa, y, sobre todo, la única que la hacía ponerse nerviosa.

Su mirada, su tacto, eran cosas que Diana había podido soportar al principio, entonces, ¿Por qué ya no podía observarla sin sonrojarse? ¿O tomar su mano sin miedo al rechazo? En el fondo, muy fondo, Diana creía saber la respuesta. Pero, obviamente, su orgullo le impedía aceptarla.

Diana no entendía a Akko, y, seguramente, no la entendería nunca, pero había algo que su corazón ya había comprendido: Se había enamorado, loca y perdidamente de ella. Pero esas eran palabras que Diana nunca pronunciaría en voz alta.

Incomprensible (Little Witch Academia Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora